16.- EL LLAMADO DEL AMOR26 min read

Días después…

En una mañana de mercado en Cafarnaúm. Hay tianguis. La plaza está llena de vendedores de toda clase de mercancía. A ella llega Jesús, viniendo del lago y ve que vienen a su encuentro, sus primos: Judas y Santiago.

Él se apresura y después de abrazarlos con cariño, pregunta ansioso:

–           ¿Vuestro padre? ¿Qué pasó?

Judas Tadeo responde:

–           Nada nuevo en lo que respecta a su salud.

Jesús dice:

–           ¿Entonces a qué viniste? Te dije que te quedaras.

Tadeo baja la cabeza y calla.

Pero el que se expansiona es Santiago y dice:

–           Por mi culpa, él no te obedeció. Sí. Por culpa mía. Pero no puede soportar más. ¡Todos en contra! Y ¿Por qué? ¿Acaso hago mal en amarte? ¿Lo hacemos acaso? Hasta aquí, un escrúpulo del Mal, me había detenido. Pero ahora que sé. Ahora que has dicho que sobre Dios no hay nadie, ni el padre. Ya no lo pude soportar. ¡Oh! Judas trató de ser respetuoso. De hacer entender razones. De corregir ideas. Dijo: ‘¿Por qué me combatís? Si Él es el Profeta. Si es el Mesías. ¿Por qué queréis que el mundo diga: ‘Su familia no lo quería? Cuando todos lo seguían, ella no lo hizo.’ Y yo declaré:Porque si fuera el infeliz que vosotros decís. ¿No debemos nosotros, los de su familia; estar cerca de su demencia; para impedirle que se dañe o nos dañe?

¡Oh, Jesús! De este modo hablaba yo para discutir humanamente, como ellos razonaban. Pero Tú sabes bien que Judas y yo no creemos que Tú estés loco. Tú sabes que en Ti vemos al Santo de Dios. Que te consideramos como nuestra estrella mayor. Pero no nos han querido comprender. Ni siquiera nos han querido escuchar. Y me vine. Acosados entre la elección de Jesús y la familia, te he escogido a Ti. Aquí estoy si me quieres. Si no, seré entonces el hombre más infeliz, porque no tendré nada. Ni tu amistad, ni el amor de la familia.

Jesús dice:

–           ¿Resuelto? ¡Oh, Santiago mío! ¡Mi pobre Santiago! ¡No hubiera querido verte sufrir así, porque te amo! Pero si el Jesús-Hombre llora contigo, ¡El Jesús Verbo se regocija por ti! ¡Ven! Estoy cierto de que la alegría de ser portador de Dios entre los hombres, aumentará de día en día tu gozo; hasta llegar al éxtasis completo, en la última hora de la Tierra y en la eterna del Cielo.

Jesús se vuelve y llama a sus discípulos, que prudentemente se habían mantenido retirados unos cuantos metros.

–           Venid, amigos. Mi primo Santiago desde ahora es de mis amigos y por esto, amigo vuestro. ¡Cuánto he deseado esta hora! Este día, para él; mi amigo perfecto de la infancia. Mi buen hermano de juventud.

Los discípulos, alegres dan la bienvenida a Santiago y a Judas Tadeo, al que hacía tiempo no veían.

Tadeo dice:

–           Te buscamos en casa. Pero estabas en el lago.

Jesús contesta:

–           Sí. Estuve en el lago por dos días, con Pedro y los demás. Pedro ha tenido buena pesca. ¿Verdad?

Pedro responde:

–           Sí. Y ahora esto me desagrada porque deberé entregar más dracmas a aquel ladrón… -y señala al alcabalero Mateo, cuyo banco está rodeado de gente que paga por la tierra o por los frutos.

Jesús dice:

–           Será todo en proporción: más pescados, más pagas; pero también más ganancias.

Pedro objeta:

–           No, Maestro. Más pesco, más gano. Pero si hago cálculos, ese de allá me hace pagar no el doble, sino el cuádruplo. ¡Chacal!

Jesús exclama con un tono:

–           ¡Pedro!… Acerquémonos a él. Quiero hablar. Siempre hay gente cerca del banco de la alcábala.

Pedro refunfuña:

–           ¡Ya lo creo! Gente y maldiciones.

Jesús mueve la cabeza y responde:

–           Pues bien. Yo iré a introducir bendiciones. Tal vez entre un poco de honradez en el alcabalero.

–           ¡Puedes estar tranquilo! Tu palabra no entrará es esa piel de cocodrilo.

–           ¡Veremos!

–           ¿Qué le vas a decir?

–           Directamente nada. Pero hablaré de tal forma, que sirva también para él.

–           ¿Dirás que es un ladrón tan grande igual al que asalta por las calles? Porque es como quien despelleja a los pobres que trabajan por tener pan. No por mujeres, ni ebriedades…

–           Pedro, ¿Quieres hablar tú por Mí?

–           No, Maestro. No sabría hacerlo bien.

–           Y con el vinagre que traes adentro, te haría mal a ti y a él.

Cuando llegan cerca del banco de la alcábala, Pedro intenta pagar cuando Jesús lo detiene y le dice:

–           Dame las monedas. Hoy pago Yo.

Pedro lo mira sorprendido y le entrega una bolsa de cuero con dinero.

Jesús espera su turno y cuando está enfrente del alcabalero, le dice:

–           Pago por ocho canastos de Simón de Jonás. Allá están los canastos, a los pies de los trabajadores. Verifica si quieres. Pero entre honrados basta solo la palabra. Y creo que me tienes por tal. ¿Cuánto es la tasa?

Mateo, que estaba sentado en su banco, en el momento en que Jesús dijo: ‘Creo que como a tal me tienes’, se pone de pie.

No es un hombre alto y parece ser de la misma edad que Pedro. En su cara se ve el cansancio de mundanas alegrías y una vergüenza completa. Al principio, tiene la cabeza inclinada. Luego la levanta y mira a Jesús, que también lo mira atenta y serenamente, como dominándole con su imponente estatura.

Jesús vuelve a preguntar:

–           ¿Cuánto?

Mateo responde:

–           No hay tasa para el discípulo del Maestro. –y añade en voz muy baja- Ruega por mi alma.

–           La llevo conmigo porque recojo la de los pecadores. Pero tú… ¿Por qué no la curas?

Después de decir esto, inmediatamente se vuelve y le da la espalda para ir hacia Pedro, que está con los ojos como platos y boquiabierto por la admiración.

También los otros lo están. Hablan en voz baja o lo hacen con los ojos.

Jesús se dirige hacia un árbol y se recarga en él. Está a unos diez metros de donde está Mateo, empieza a hablar:

“El mundo se puede comparar con una gran familia, cuyos miembros desempeñan quehaceres diversos y todos son necesarios. Hay agricultores, pastores, viñadores, carpinteros, pescadores, albañiles, herreros, escribanos, soldados oficiales. Soldados destinados a diversas funciones, médicos, sacerdotes; de todo hay. El mundo no podría componerse de una sola clase. Todas las profesiones son necesarias. Todas santas, si todas hacen lo que deben con honradez y con justicia. ¿Cómo se puede llegar a esto, si Satanás tienta por todas partes? Si se piensa en Dios, en que todo lo ve; aún las obras ocultas. Y en su Ley que dice: ‘Ama a tu prójimo, como te amas tú mismo. No hagas a otro lo que no quieras que te hagan. No debes robar de ningún modo.’

Decidme vosotros que me estáis escuchando: ¿Cuándo uno muere, se lleva acaso su dinero? Y cuando alguien fuese tan necio de querer tenerlo en el sepulcro, ¿Puede usarlo en la otra vida? ¡No! El dinero se convierte en metal mohoso al contacto de la corrupción de un cuerpo descompuesto. Y su alma estaría en otra parte desnuda, más pobre que el desventurado Job. Sin tener siquiera un céntimo, aun cuando aquí o en la tumba hubiere dejado millones y millones. Antes bien.

¡Escuchad! ¡Escuchad!

En verdad os digo que difícilmente se conquista el Cielo con riquezas. Sino más bien y casi siempre; se pierde con ellas. Aun cuando fueran riquezas que se hubieran adquirido honestamente; bien por herencia, bien por ganancia. Porque pocos son los ricos que saben usar justamente de ellas. Entonces, ¿Qué se necesita para tener este cielo bendito? ¿Este descansar en el seno del Padre? Es necesario no tener sed de riquezas.

En el sentido de no querer tenerlas a cualquier precio, aun faltando a la honradez y al amor. En el sentido de que si se tienen, no se las ame más que al Cielo y que al prójimo. Y se niegue la caridad al que tiene necesidad. No tener sed en el sentido de que pueden proporcionar mujeres, placeres, banquetes. Vestiduras suntuosas que son una bofetada para el que tiene frío y hambre. Existe una moneda que cambia el dinero injusto, en valores que son reconocidos en el Reino de los Cielos.

En la santa astucia de hacer de las riquezas humanas frecuentemente injustas o causa de injusticia, riquezas eternas. En otras palabras, ganar con honradez. Devolver lo que se obtuvo injustamente. Usar de los bienes con parsimonia y despego. Saberse separar de ellas, porque antes o después, ellas nos dejan. Y pensar por otra parte, que el bien llevado a cabo, jamás nos abandona.

A todos nos gustaría ser justos y como a tales ser tenidos. Y que Dios nos premie como a tales. Pero, ¿Puede Dios premiar a quien solo tiene el nombre de justo, pero no las obras? ¿Cómo puede decir: ‘Te perdono’;  si ve que el arrepentimiento es tan solo de palabra y que no va acompañado de un verdadero cambio de espíritu? No hay arrepentimiento mientras dure el deseo por el objeto por el que pecamos. Pero cuando uno se humilla. Cuando uno se corta la parte moral por una mala pasión, sea mujer u oro.

Y uno dice: ‘Por Ti Señor y no por esto’ entonces es cuando se está realmente arrepentido. Y Dios lo recoge con estas palabras: ‘Ven. Te quiero como a un inocente y como a un héroe.’

Jesús ha terminado. Se va sin siquiera voltear a donde está Mateo, que se acercó al círculo de oyentes, desde las primeras palabras.

Cuando está por llegar a la casa de Pedro, su mujer corre al encuentro de su marido para decirle algo. Luego Pedro hace señas a Jesús de que se acerque y le dice:

–           Llegó la madre de Judas y de Santiago. Quiere hablar contigo, pero no quiere que la vean. ¿Cómo le hacemos?

–           Bien. Yo entro en casa como si fuera a descansar y vosotros vayan  a distribuir las limosnas entre los pobres. Ten también el dinero de la tasa que no quiso. Vete.

Jesús hace señal a todos de que se vayan. Mientras Pedro los llama para  que se vengan juntos.

Jesús pregunta a Porfiria, la mujer de Pedro:

–           ¿Dónde está la mamá, mujer?

Porfiria le contesta:

–           En la terraza, Maestro. Allá hay sombra  y está fresco. Sube Tú también. Allí se está mejor que en cualquier otra parte de la casa.

Jesús sube por la escalera. En un ángulo, bajo el viñedo; sentada en un banquillo junto a la baranda; vestida toda de oscuro, con el velo en la cara, está María de Alfeo.  Llora sin hacer ruido.

Jesús la llama:

–           ¡María! ¡Amada, tía!

Ella levanta su pobre cara angustiada y extiende las manos, mientras exclama:

–           ¡Jesús! ¡Traigo un dolor en el corazón!

Jesús ha llegado junto a ella y la hace que siga sentada. Él permanece de pie, con su manto sobre el hombro. Pone una mano en la espalda de su tía y con la otra cubre sus manos y le pregunta:

–           ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras tanto?

María de Alfeo contesta:

–           ¡Oh, Jesús! Escapé de casa diciendo: ‘Voy a Caná a buscar vino y huevos para el enfermo’ en casa se quedó tu Madre que cuida como sólo Ella sabe hacerlo y por eso estoy tranquila. Pero lo que en realidad quería, era venir aquí. He caminado durante dos noches para llegar aquí lo más pronto posible. Y ya no puedo más… pero el cansancio no me importa.

¡Es el dolor de mi corazón lo que me hace mal! ¡Mi Alfeo! ¡Mis hijos! ¡Oh! ¿Por qué en la misma sangre hay tanta diferencia? ¿Por qué ésta es, como dos piedras en una máquina que muelen el corazón de una madre? ¿Están contigo Judas y Santiago? ¿Sí?…

Jesús asiente con la cabeza.

Ella continúa:

–           Mi Alfeo. ¿Por qué no comprende? ¿Por qué se muere? ¿Por qué quiere morir así? ¿Y Simón y José? ¿Por qué? ¿Por qué están contra Ti y no contigo?

–           No llores, María. No les guardo rencor. Se lo dije también a Judas. Los entiendo y los compadezco. Si por esto lloras, no llores.

–           Lloro, sí. Porque te ofenden. Y también porque no quiero que mi esposo muera como un enemigo tuyo. Dios no lo perdonará. Y yo… ¡Oh! ¡No lo tendré para siempre en la otra vida! –María está tan angustiada, que gruesas lágrimas caen sobre su mano izquierda, que Jesús le ha soltado.

Él, objeta:

–           No. No digas eso. Perdono. Y si perdono Yo…

–           ¡Oh! ¡Ven Jesús! Ven a salvarle el alma y el cuerpo. Ven. Empiezan a decir, también para acusarte… ya empezaron a decir que has quitado los hijos a un padre que muere y lo dicen por todo Nazareth. ¿Entiendes?…  Y añaden: ‘Por todas partes hace milagros; pero en su casa no puede hacerlos’ Y como yo te defiendo diciendo: ‘¿Qué cosa puede hacer si lo habéis arrojado con vuestros reproches y no creéis?’ Y no me dejaron en paz.

–           Dijiste bien: ‘Si no creéis’ ¿Qué puedo hacer donde no se cree?

–           ¡Oh! ¡Tú lo puedes todo! ¡Yo creo por todos! Ven. Haz un milagro para tu pobre tía…

–           No puedo. –Jesús al decir esto, está tristísimo. De pie y apretando contra su pecho a la que está llorando.

Entonces ella llora mucho más fuerte.

Jesús prosigue:

–           Escucha, María. Sé buena. Yo te juro que si pudiese; si conviniese hacerlo, lo haría. ¡Oh! Obtendría del Padre esta gracia, por ti. Por mi pobre Madre. Por Judas y Santiago. Y también… ¡Sí! También por Alfeo, José y Simón. Pero, ¡No puedo! Un gran dolor oprime tu corazón y no puedes entender la justicia del Poder mío. Te lo puedo decir, pero no lo comprenderías. Cuando llegó la hora del tránsito de mi padre… Y tú sabes si era un justo y si mi Madre lo amaba… no lo devolví a la vida. No es razonable que la familia donde vive un santo; esté libre de las desventuras inevitables de la vida.

Si no fuese así, Yo debería ser eterno en la tierra. Y sin embargo pronto moriré. Ni María, mi santa Madre, podrá arrebatarme de la muerte. No puedo…

Lo que puedo es esto y lo haré. –Jesús se ha sentado junto a ella. Toma entre sus manos la cabeza de su tía y agrega- haré esto. Por este dolor tuyo, te prometo la paz a tu Alfeo. No estarás separada de él, en la otra vida. Te doy mi palabra de que nuestra familia estará reunida en el Cielo: junta por toda la eternidad. No llores más. Ve en paz. Fuerte, resignada y santa. Mi Madre ha sido viuda antes que tú y te consolará, como sólo Ella sabe hacerlo. No quiero que partas sola, bajo este sol. Pedro te acompañará en la barca hasta el Jordán. Y te irás de allí a Nazareth en un borriquillo. Cálmate.

–           Bendíceme, Jesús. Tú dame fuerzas.

–           Sí. Te bendigo y te beso, buena tía.

Y la besa tiernamente, hasta que ella se serena.

Días después…

Jesús está en Betsaida. Habla de pie, en la barca que está anclada en la orilla. Y hay mucha gente sentada, formando un círculo a su alrededor.

–           … por esto también comprendo a todos vosotros que me amáis y me habéis seguido dejando negocios y las comodidades, para oír la Palabra que os hace doctos. Sé muy bien que más que el descuido de vuestros negocios, que es merma en vuestra bolsa, os trae burlas y hasta daño social. Tengo muchos que hoy me son contrarios y mañana serán mis enemigos declarados. Y os digo, porque a nadie quiero engañar. Ni a vosotros, mis leales amigos, que para dañarme a Mí. Para causarme dolor. Para vencerme al aislarme…  Ellos, los poderosos de Cafarnaúm, emplearán todos los medios: Insinuaciones, amenazas, burlas sin igual y calumnias.

El Enemigo está haciendo uso de todo para arrebatar almas al Mesías y convertirlas en su presa. Os digo: quien persevera se salvará. Pero también os digo: quien ama más su vida y el bienestar que a la salvación eterna, puede irse; dejarme; ocuparse de la vida insignificante y del transitorio bienestar. Yo no detengo a nadie. El hombre debe ser libre. He venido para liberarlo del Pecado y fortalecer su espíritu, liberándolo de las cadenas de una religión deformada; opresora. Con la Palabra de Dios, que es neta, breve, luminosa, fácil, santa, perfecta. Mi venida es un cedazo de las conciencias…

Durante siglos hubo un desafío entre el Eterno y Satanás, que enorgullecido por su primera victoria sobre el hombre, dijo a Dios:

–                 Tus criaturas para siempre serán mías. Ninguna cosa; ni el castigo, ni siquiera la Ley que les quieres dar; los harán capaces de ganarse el Cielo. Y este lugar tuyo del que me has arrojado a Mí, el único inteligente entre tus criaturas; quedará vacío, inútil y triste, como todas las cosas inútiles.

Y el Eterno respondió al Maldito:

–                 Podrás hacer todavía esto, mientras tu veneno sea el único que reine en el hombre. Pero mandaré Yo a mi Verbo y su Palabra lo neutralizará. Él sanará los corazones. Curará la locura con la que los has satanizado y… ellos volverán a mi redil. Y el Cielo se poblará. Lo he hecho para ellos. Tú rechinarás tus horridos dientes, con impotente rabia; allá en tu tétrico reino que es prisión y lugar maldito. Y sobre ti los ángeles colocarán la Piedra de Dios y la sellarán contigo y los tuyos. Tan sólo habrá tinieblas y odio; entretanto que la Luz y el Amor; el canto y la beatitud. La libertad infinita, eterna, sublime; pertenecerán a los míos.

Y Mammón con una risa burlona, dijo:

–                 Y yo te juro que cuando llegue la hora, vendré. Estaré junto a todos los evangelizadores y veremos cuál de los dos, es el vencedor.

Así es. Satanás os pone asechanzas para heriros. Y también Yo os rodeo por lo mismo. Los competidores somos dos: Yo y él. Vosotros estáis en medio. El Duelo del Amor con el Odio. De la Sabiduría con la Ignorancia. De la bondad con el Mal. Es por causa vuestra y alrededor vuestro. Yo me basto para apartar de vosotros los golpes del Malvado. Me interpongo entre las almas de Satanás y vuestro ser. Y acepto que se me hiera, en lugar vuestro, porque os amo. Pero los golpes en vuestro interior… esos debéis retirarlos con vuestra voluntad. Viniendo a Mí. Poniéndoos en mi camino, que es Verdad y Vida. Quién no tenga ganas del Cielo; jamás lo tendrá. Quién es Enemigo del Mesías, es semilla mala que renacerá en el Reino Satánico.

Sé por qué habéis venido, vosotros de Cafarnaúm. Tengo conciencia pura, del pecado del que se me culpa. Y en nombre de un pecado que no existe; se murmura detrás de Mí y se insinúa que oírme y seguirme, es haceros cómplices con el pecador.

Entre vosotros, ciudadanos de Betsaida, hay personas que recuerdan a la Bella de Corozaím. Hay hombres que pecaron con ella. Hay mujeres que por causa de ella gimieron y después se alegraron cuando supieron que la podredumbre había salido fuera de sus entrañas impuras; al exterior de su magnífico cuerpo.

Esa corrupción era la figura de aquella mucho más dura, que había roído su alma adúltera, homicida y prostituta. Setenta veces siete, adúltera; con cualquier hombre que tuviera dinero. Homicida siete veces siete, por sus concepciones bastardas. Prostituta por el vicio y ni siquiera por necesidad. ¡Oh! ¡Comprendo, esposas traicionadas! Comprendo vuestro júbilo, cuando supisteis que las carnes de la Bella tenían el hedor y estaban deshechas como una carroña llena de gusanos. Pero Yo os digo: Sabed Perdonar. Dios os ha vengado. Y luego Él, ha perdonado. Perdonad también vosotras que me habéis saludado con el grito: ¡Bendito el Cordero de Dios! Sí, Soy el Cordero. Y vosotras debéis ser ovejas mansas. Yo la he perdonado y también deben hacerlo las que traen un dolor profundo de esposas traicionadas y que con instinto de fiera, defendieron su nido. No podría Yo que soy el Cordero, permanecer entre vosotras, si sois tigresas y hienas.

El que ha venido en el Nombre Santísimo de Dios a recoger a justos y pecadores para llevarlos al Cielo; fue también a ver a la arrepentida y le dijo: ‘Queda limpia. Vete y expía’. Esto lo hice en sábado. Y de esto se me acusa. Acusación Oficial. La segunda, es la de haberme acercado a una prostituta. A una que lo FUE. Y que entonces sólo era un alma que lloraba sobre sus pecados. Era un alma enferma. Y los enfermos son los que tienen necesidad del médico.

Pues bien. Yo digo: lo hice y lo haré. Traedme el Libro de la Escritura. Escudriñadlo, estudiadlo, desentrañadlo. No encontraréis jamás un punto sonde se prohíba al médico, que cure a un enfermo. Al levita, que se ocupe del altar. Y al sacerdote, que no escuche a un fiel; tan sólo porque es sábado. Ella era un altar profanado y tenía necesidad de un levita que lo limpiase. Era una fiel que lloraba ante el Templo Verdadero de Dios y tenía necesidad del sacerdote que la presentase. En verdad os digo que si no cumplo con mi deber y que si pierdo una sola alma de las que sienten el acicate de la salvación; Dios Padre me pedirá cuenta de ella y me castigará por esa alma perdida.

Este es mi pecado, según los poderosos de Cafarnaúm. Podría haber esperado al día siguiente al sábado, para hacerlo. Pero en aquel corazón había humildad verdadera; sinceridad clara; dolor perfecto. ¿Por qué esperar a que un corazón contrito, se ponga en paz con Dios? La lepra todavía estaba sobre su cuerpo; pero su corazón ya estaba curado por el bálsamo de años de arrepentimiento; de lágrimas; de expiación. Salió limpia del lago, también en su cuerpo. Pero mucho más en su corazón. ¡Oh! ¡Cuántos de los que entraron en las aguas del Jordán, para obedecer la orden del Precursor; no salieron de él limpios!  Porque su bautismo no era un acto sincero de un espíritu que quisiese prepararse a mi llegada. Sino tan solo una forma de aparentar ser perfectos en santidad a los ojos del mundo.

Y era por esto, hipocresía y soberbia. Dos culpas que aumentaban el cúmulo de las que ya existían en sus corazones. El bautismo de Juan no era más que un símbolo que quería decir: ‘Limpiaos de la soberbia, humillándoos hasta confesaros pecadores. De la lujuria; lavándoos de su escoria.’ Es el alma, la que se bautiza por voluntad vuestra, para estar limpia a la invitación de Dios.

No hay culpa tan grande que no pueda lavarse primero con el arrepentimiento; después, con la Gracia; a fin de que la pueda lavar el SalvadorNo hay pecador tan grande, que no pueda levantar su cara estropeada y sonreír con una esperanza de Redención.  Basta con que tal acto sea completo al renunciar a la culpa. Heroico, al resistir a la tentación. Sincero, en la voluntad de renacer.

Os digo una verdad que a mis enemigos les parecerá blasfema; pero vosotros sois mis amigos. Hablo especialmente a vosotros, mis discípulos y elegidos. Y luego, a todos quienes me escucháis. Os digo: Los ángeles, espíritus puros y perfectos; que viven en la Luz de la Santísima Trinidad y en ella se gozan; reconocen que la perfección que tienen, es inferior a la vuestra. ¡Oh, hombres lejanos del Cielo! Son inferiores porque no tienen poder para sacrificarse. De sufrir para cooperar en la Redención del Hombre.

Y qué os parece? Dios no toma a un ángel para decirle: ‘Sé el Redentor del Género Humano.’ Sino que toma a su Hijo y sabiendo que por más que sea incalculable e infinito su poder; todavía falta. Y es una muestra de su Bondad Paternal que no quiere hacer diferencia entre el Hijo de su Amor  y los hijos de su Poder; al conjunto de los méritos que se pondrán a los de los pecados de cada momento, que el género humano va acumulando. Por esto no toma a los ángeles. Para completar la medida. Y  no les dice: ‘Sufrid para imitar al Mesías.’ Sino que lo dice a vosotros, hombres. Os dice: ‘Sufrid. Sacrificaos. Sed semejantes a mi Cordero. Sed Corredentores…’

¡Oh! Yo veo cohortes de ángeles que dicen: ‘¡Benditos vosotros que podéis sufrir con el Mesías y por el Dios Eterno; que es nuestro y vuestro!’

Muchos no lograrán comprender esta grandeza. Está muy por arriba del hombre. Pero cuando la Hostia sea Inmolada. Cuando el Grano eterno, Resucite para no morir más… entonces comprenderéis que no he blasfemado. Sino que os he anunciado la dignidad más alta del hombre: ‘La de ser corredentores, aun cuando antes se era sólo un pecador.’ Entretanto preparaos para ello con una pureza de corazón y de propósitos. Cuanto más puros seáis, tanto mejor comprenderéis…

Porque la impureza, cualquiera que sea; es siempre humo que oscurece y apesanta la vista y la inteligencia. Sed puros. Empezad por los cinco sentidos, para pasar a las siete pasiones. Empezad por la vista. Por el sentido que es rey y que abre el camino al hambre más voraz y complicada: los ojos ven la carne de la mujer y desean la carne. Los ojos ven la riqueza de los ricos y desean el oro. Los ojos ven el poder del gobernante y desean el poder. Cuanto más puros sean vuestros ojos; más puro será vuestro corazón. Sed castos en las miradas; si queréis ser castos en el cuerpo. Si tuvieseis castidad en la carne; tendréis castidad en las riquezas y en el poder. Tendréis toda castidad y seréis amigos de Dios.

No tengáis miedo de que se os haga burla, porque sois castos. En verdad os digo que Dios ha dejado el matrimonio para elevaros en la procreación y para que cooperéis con Él, para poblar los Cielos. Pero hay un estado mucho más alto; ante el cual se inclinan los ángeles porque ven su sublimidad, sin poder imitarla. Un estado que no excluye a los que ya no son vírgenes y que voluntariamente destruyen su fecundidad ya sea femenina o masculina; anulando su virilidad animal, para ser fecundos tan solo en el espíritu. El eunuquismo más alto; el que tiene como instrumento amputador la voluntad de pertenecer solo a Dios y conservar para Él; casto el cuerpo y el corazón; para que brillen siempre con el esplendor que ama el Cordero.

He hablado al pueblo y a los elegidos de entre el pueblo; antes de entrar a partir el pan y compartir la sal, en la casa de Felipe. Os bendigo a todos. A los buenos como premio y a los pecadores, para infundirles valor de acercarse al que vino a perdonar. La paz sea con vosotros.

Jesús desciende de la barca y pasa entre la multitud que se agolpa alrededor. En la esquina de una casa todavía está Mateo que ha escuchado desde allí al Maestro, pero no se atrevió a más. Cuando llega Jesús y pasa junto a él, se detiene. Y como si bendijese a todos, bendice una vez más y mira a Mateo. Luego continúa caminando entre el grupo de los suyos, seguido por el pueblo. Y entra en una casa…

Mateo se va para la suya reflexionando, mientras una esperanza se agiganta en su corazón. Prepara todo y sale de viaje a Jerusalén. Entra en el recinto del Templo y se dirige sin vacilar hacia el Patio de los Israelitas. Luego, entra al lugar donde los varones de Israel, pueden presentar sus oraciones ante el Santo de los santos. Y concentrado en una oración profunda llora y dice al Altísimo:

‘Bendito y alabado seas Yheové Sebaoth. Creo en la Palabra de tu Mesías. Sé que ni siquiera debiera estar pisando en este lugar sagrado. Él dijo que tu perdón puede hacer del peor de los pecadores, un discípulo santo a los pies de tu Ungido. Yo soy el peor de los pecadores. Pero le creo a Él. Te suplico que me perdones.  Muéstrame tu misericordia ante mi arrepentimiento. Soy tuyo, Adonaí…

 

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA,CONOCELA

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