Archivos diarios: 9/11/16

R88 LOS VENCEDORES

REINA DEL CIELO Y MADRE DE DIOS01 DE NOVIEMBRE DEL 2016

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado:

Mi Corazón Materno es arca de salvación; vengan a Mí, yo les conduzco hacia Mi Hijo.

En este día llego al Purgatorio, y llevo conmigo a la Presencia Trinitaria gran número de almas, por Misericordia Divina. No olviden orar por los difuntos, las oraciones son luz y gran consuelo para quienes se encuentran en el Purgatorio.

Hijos de Mi Corazón Inmaculado, no tienen que formar parte del caos reinante en la Tierra. Ustedes poseen el Amor de Mi Hijo y la Sangre Preciosísima de Mi Hijo es Salvación para el hombre.

agua viva

Mis hijos son una fuente en donde permanentemente fluyen los dones y las virtudes que cada uno ha cultivado en la vida.

El Amor de Mi Hijo logra que el agua de la fuente permanezca en continuo movimiento para que se oxigene. La unidad mantiene cada gota de agua en su estado para que todas reciban la oxigenación necesaria, ya que el agua estancada acumula residuos, su color cambia y los deshechos forman una capa que oculta la belleza del agua cristalina y esta adquiere olor putrefacto.

Este es un Instante de combate espiritual y mis hijos deben mantenerse oxigenados con el continuo conocimiento de la Palabra Divina en la Sagrada Escritura.

biblia agua viva

Mi Palabra les trae la Voluntad Divina para que se mantengan alerta y sean previsores ante los constantes ataques del Mal. Les he explicitado los Acontecimientos para que se preparen y especialmente salven el alma.

Mis hijos deben conocer a profundidad el significado de la palabra FIDELIDAD, todo cuanto ella encierra para quien camina en la senda del Amor de Mi Hijo. Quien se entrega y se decide a vivir verdaderamente en el “Camino”, tiene que ser fiel en todo aspecto de la vida. Pero primero tiene que ser fiel a Mi Hijo y a sí mismo para que no se pierda.

Viven en un caos en todo aspecto, el hombre no define su vida, es inconstante, y por ende, tiende a seguir cuanto le llega y cuanto le parece interesante aunque esto sea deplorable.

TIBIEZA

La desviación de valores se acrecienta y con ello los tibios se multiplican con gran rapidez. De esta multiplicación los herejes salen de sus escondites y se dedican a llevar a las almas al pecado en diversas formas.

Ustedes han logrado mirar cómo los illuminati y masones han adquirido poder dentro de la Iglesia de Mi Hijo, contaminando la verdadera religión y siendo permisivos con el Mal.

El Humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia de Mi Hijo.

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Los modernismos dentro de la Iglesia no son Voluntad de Mi Hijo, estos son permisivos y llevan a multiplicar el Pecado.

Mi Hijo vino por los pecadores para que se conviertan, NO para que el Pecado reine en la vida del hombre y sea un motivo de festejo.

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado, LES AMPARO; como Madre, NO me alejo de ustedes sino anuncio y denuncio el Pecado para que NO caigan en las garras del Mal.

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El gran camino que todos deben anhelar, es el camino del Amor de Mi Hijo y SER SU MISMO AMOR.

Amados Míos, los sentimientos deben fortalecerlos para que estos no les dobleguen y les lleven a caer en las debilidades mundanas.

Se encuentran despertando los sentidos espirituales y es necesario que los sentimientos sean doblegados a obrar y actuar bien, debido a que en el Instinto del hombre se mueve lo que le lleva a ser más cómodo y sin el mínimo esfuerzo.

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En este Instante amados míos, el hombre ha alcanzado gran debilidad espiritual y esto les lleva a ser débiles ante los retos de la vida cotidiana.

Guardan en la memoria los recuerdos. Y la sensación de este recuerdo les lleva a entender si les satisfizo o no. Ese entender, ustedes lo han tergiversado y le llaman: satisfacción.

El hombre desea la satisfacción en todo lo que se empeña y sin que lo detecten, el deseo lo han llevado a ser una obsesión y sin que detecten la obsesión, ha saltado hacia la frustración.

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Hijos míos, en este Instante el Mal adormece a mis hijos y siguen ese adormecimiento hasta que la frustración les lleva a buscar y encontrar satisfacción en lo indebido e irreal.

En ese mar de confusión y adormecimiento de los sentidos y del espíritu, se mueve la Humanidad en este instante.

Yo les llamo a ejercitar la voluntad utilizando el pensamiento hacia la Verdad, para que las decisiones que tomen sean apegadas a la inteligencia, para que no vivan de sentimientos que logren traicionarles.

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Hijos, miren al lado, el hombre pierde la razón con gran facilidad ante la incapacidad de enfrentar las vicisitudes de la vida. El hombre se limita para discernir quién es, en qué se ha convertido, qué cree.

En este Instante esta es la novedad: la incapacidad del hombre para razonar y para aceptarse tal cual es o la incapacidad de corregirse.

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado, la Humanidad pende de las decisiones de ese grupo de criaturas que han incursionado en la senda del destino del hombre, para falsear la Verdad de lo que acontece en este instante y por tanto, falsean la Verdad.

IGNORANCIA

El hombre ignorante es presa de cuanto le llega a sus manos, sin meditar si es bueno o no.

Amados Míos:

La Tierra se encuentra fuertemente influenciada por grandes asteroides que se mueven en el espacio, el hombre con gran ignorancia atrae con su testarudez de obras y actos, a esos elementos que se mueven por el espacio.

La luna encontrará su reposo y el sol por varios minutos será oscurecido.

Esa atracción de la Tierra sobre los elementos que giran en el espacio es fuerte, tanto como el pecado del hombre.

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Los efectos sobre la Tierra son visibles en este instante y para el propio hombre, estremecedores. Deben comprender que los actos indebidos no mueren al cometer el acto, sino el efecto del acto continúa por la Creación, enardeciendo a mayor número de hombres…

Y la lucha no será solo contra hombres, sino contra Demonios, legiones y Principados del Mal.

Grandes Acontecimientos están sobre la Humanidad… 

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El estremecimiento de la misma no cesará hasta que el hombre purifique su Desobediencia y su terquedad, su ofensa a Dios y purifique su Rebelión.

La fuerza de los Elementos que giran en el espacio ha acortado los días.

Los movimientos terráqueos se aceleran ante la fragilidad a la que el hombre ha llevado a la Tierra.  El acercamiento hacia la Tierra de los asteroides y meteoritos va a aumentar. (1)

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Así como ustedes no se conocen a sí mismos, sino únicamente conocen lo que sus hermanos hacen, así desconocen toda la relación existente entre el comportamiento humano y el comportamiento de la Tierra. Y por ende, de la Naturaleza.

Ustedes hijos míos, tienen que desterrar la ignorancia en que viven. Deben abrirse y no mirarse como una persona aislada, sino como parte activa de la humanidad, cuyo obrar y actuar se extiende sobre todos los hermanos.

Los elementos se acercan al hombre peligrosamente en su afán de despertar a ese hombre, imagen y semejanza de Dios, la que NO encuentran en una gran mayoría.

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La Tierra continúa estremeciéndose, despertando al hombre que por instantes trae a la memoria al Dios que le creó y luego le olvida y arremete en contra de todo lo Divino.

El Demonio crece ante la maldad humana de este instante, instiga al hombre, que frágil de espíritu, se entrega fácilmente ante la insistencia del Mal que no descansa.

Amados hijos:

ESTE INSTANTE ES DECISIVO PARA QUE CADA UNO DE LOS MÍOS SALVE EL ALMA

Y MEREZCA LA VIDA ETERNA.

Hijos, no vencen su incapacidad para enfrentar el cotidiano vivir con sus obstáculos, debido a la fragilidad por falta de espiritualidad. Y por ende, de Fe.

Ante tal debilidad el Demonio les lleva con prontitud a entrar en la desesperación del mundo competitivo y sin compasión en donde la mundanidad reina.

COMPETENCIA

Hijos, la ansiedad y el temor por perder posiciones dentro de la sociedad lleva al hombre a una incapacidad espiritual que le impide sentir la ausencia de NO participar del ser hijo de Dios.

Oren hijos, oren, el Pueblo de Mi Hijo será cruelmente perseguido.

Oren hijos, oren, sean cumplidores de la Voluntad Divina, oren por Italia.

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Oren hijos, la geografía cambiará, debido a ello la Tierra se estremece con mayor fuerza en su totalidad.

Oren hijos, oren, Chile y Japón padecen a causa del estremecer de la Tierra.

Oren por Francia, oren por Francia y Estados Unidos, el Terrorismo en la Oscuridad planea su acción.

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado:

Mis hijos deben ser más dedicados a Dios, obrando y actuando en el Bien, así auxilian a sus hermanos.

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Mis Legiones Angélicas se encuentran sobre la Tierra, en los cuatro puntos cardinales.

Llámenles para que les socorran y les auxilien ante tanta Maldad existente.

La habilidad del Mal para engañarles necesita de una respuesta, deben conocer el Mal para que no caigan en sus garras.

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Hijos de Mi Corazón Inmaculado, enfrentarán grandes retos. Reciban a Mi Hijo en la Eucaristía, manténganse alejados del Pecado, disciernan.

La Iglesia de Mi Hijo padece. Sufro por cuanto van a padecer.

MI PRESENCIA SE ENCUENTRA ANTE CADA UNO

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MI AMOR CONTINÚA A LA ESPERA DE SER LLAMADO.

MI PROTECCIÓN SE MANTIENE SOBRE USTEDES, SIN DISTINGOS.

Les Bendigo, vengan a Mí, soy su Madre.

Mamá María.

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Revelaciones sobre: Asteroides y Meteoritos

http://www.revelacionesmarianas.com/

Octubre 11 de 2016

Éste será un Combate que el Mundo no olvidará.

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Hijitos Míos, Soy vuestra Madre, la Siempre Virgen María.

Estos son Mis Tiempos, tiempos de salvación, tiempos de lucha, tiempos de recuperación de almas, tiempos para que se cumplan las Promesas de Nuestro Dios y Señor.

Vosotros, los que estáis Conmigo, pertenecéis a Mi Calcañal y Me ayudaréis a aplastarle la cabeza a Satanás.

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Son Tiempos de gran vergüenza para Satanás, porque será vencido por Una Mujer y por los que siguen a la Mujer: creaturitas pequeñas, insignificantes, pero llenas del Amor de Dios y del Amor a Mí, vuestra Madre.

Vosotros Mis pequeños, los que estáis Conmigo, Me estáis ayudando a vencer a Satanás y a todos aquellos que están con él. A Satanás se le vence con lo pequeño.

Por eso Soy La Humilde, Soy La Sencilla, Soy Una Creatura, pero a la que ha puesto en esta Creatura Mi Señor y Mi Dios, Todo Su Amor, Sus Virtudes, especialmente, Su Vida.

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Vosotros los que estáis Conmigo, os he llevado hacia Nuestro Dios en Su Santísima Trinidad. Sois pequeñitos, insignificantes, pero Mi Señor y Mi Dios, está con vosotros y eso es lo que os da una Fuerza Inmensa, un Poder Infinito.

Porque Mi Señor y Mi Dios trabaja a través de vosotros y de esta forma, le estáis quitando poder a Satanás y esto es lo que lo está avergonzando ante todo el Infierno, ante todo el Purgatorio, ante todo el Cielo, ante todo el Universo.

 ESTÁ SIENDO VENCIDO POR MÍ,

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POR LA SIERVA DEL SEÑOR Y POR SUS CREATURITAS:

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VOSOTROS, MI CALCAÑAL.

inmaculada serpienteMis pequeños, qué alegría Me dais porque estáis Conmigo, porque servís también a Nuestro Dios y Señor.

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Manteneos así, sencillos, pequeñitos, humildes. 

NO OS APROPIÉIS de los dones y capacidades espirituales y Divinas que saldrán de vosotros…

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 De vuestros labios, de vuestras manos, de vuestra mente, de vuestro corazón.

Pertenecéis a Nuestro Dios, sois Mis pequeños y juntos vencereMos las fuerzas del Maligno.

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Os amo, Mis pequeños, y manteneos Conmigo, NO OS SEPARÉIS DE MÍ, juntos estaMos venciendo a las Fuerzas del Mal.

Yo os Bendigo en Nombre de Mi Padre y el vuestro,  en Nombre de Mi Hijo, el Salvador, en Nombre de Mi Esposo, el Santo Amor de vuestro Dios y en Mi Nombre, Virgen y Madre.

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http://diospadresemanifiesta.com/

30.- UN MILAGRO PARA FERNANDA

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Marco Aurelio se quedó sorprendido con el amor que se tienen y la gentileza con la que se tratan todos los miembros de esta casa, en la que lo incluyeron a él. El vino medicado para el dolor que le recetara Mauro, hizo su efecto y se quedó dormido.

Lo despertó un himno extraño que se escucha a través de la ventana y que fue creciendo en intensidad; pero que se oye muy hermoso, porque es un canto de alegría y de triunfo.

Marco Aurelio nunca había escuchado un canto parecido, tan solemne y a la vez tan conmovedor. Por unos minutos, se deleita con él y luego de un rato comprende que son alabanzas a su Dios, entonadas por una multitud.

Y alcanzó a distinguir expresiones como:

“Cristo Vive” “Cristo Reina” “Resucitó”  y “Él está aquí”

Esas voces parecen estarlo invocando.

Marco Aurelio ha visitado muchos templos de la más variada estructura. Cuando estuvo en Asia, en Egipto y en la misma Roma, ha visto muchos rituales. Pero esto es distinto a cualquier cosa que conociera antes.  Aquí hay y se siente algo que no puede explicarse…

Ignora lo que hay  tras la ventana. Tal vez sea un pórtico o un patio. Cuando se levante, lo averiguará. Por ahora solo escucha que a su Dios lo invocan¡Y lo llaman Padre!… ¡Y lo más extraordinario es que en sus súplicas hay confianza y la ternura de los hijos hacia su padre!

El patricio escuchó con más atención… ¡Lo más asombroso es que aquellas gentes no solo le rinden homenaje a Dios! ¡También lo aman con todo su ser!

Marco Aurelio está atónito y fascinado, pues jamás había visto nada semejante… ¡Un Dios al que no solo se le reverencia y se le respeta, sino que se le ama con una adoración absoluta! 

En los otros santuarios, la gente acude en demanda de ayuda o por miedo. Pero los dioses no son respetados y mucho menos amados. ¡Aquí lo aman y lo adoran! Esto es una experiencia tan única y tan especial. Se siente atraído…Siente su espíritu contagiado por… ¡No sabe por qué…!

¡Pero es una sensación nueva y extraña que a partir de este momento desea ardientemente poseer..! ¿Por qué será que hasta el aire se siente diferente?…

Enseguida oye que dicen:

¡Pedro! ¡Pedro!, con gran amor y reverencia.

Luego sigue un gran silencio. Y después escucha una voz clara y solemne, que se dirige a todos los ahí reunidos…

Mientras tanto…

En la Puerta del Cielo la Santa Misa ha comenzado. Eladio el obispo celebrante, se prepara a hacer su Homilía del Evangelio que ha leído el joven diácono Daniel, sobre la Parábola de las vírgenes necias y las prudentes.

Camina hacia el púlpito y todos los cristianos lo miran reverentes y expectantes…

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El obispo habla así:

“Precisamente de las vírgenes. Esta parábola se refiere a todas las almas. Porque los méritos de la Sangre del Salvador y la Gracia, revirginiza las almas y las hacen como niñas en espera del Esposo.

Sonrían viejos decrépitos. Alzad el rostro, patricios que hasta ayer estuvieron inmersos en el pantano del paganismo corrupto. Miren sin más pesar vuestro cándido mirar de niñas, madres y esposas. No sois en el alma diferentes de estos lirios, entre los cuales transita el Cordero y que ahora hacen una corona en su altar.

Vuestra alma tiene la belleza de la virgen a la que ningún beso ha desflorado, cuando reconocéis y permanecéis en Cristo, Señor Nuestro.

Su Presencia la hace más cándida que el alba sobre una montaña cubierta de nieve, al alma que estaba sucia y negra por los vicios más abyectos. El arrepentimiento la limpia. La voluntad la depura. Pero el Amor de nuestro Santo Salvador. Amor que viene de su Sangre que grita con Voz de Amor, le devuelve la virginidad perfecta.

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No es aquella que tuvieron en el alba de vuestra vida humana. Sino la que tenía el padre de todos: Adán. Aquella que tenía la madre de todos: Eva. Antes de que Satanás pasara pervirtiendo sobre su Inocencia angélica, el Don divino que los vestía de Gracia, a los ojos de Dios y del Universo.

¡OH, santa virginidad de la vida cristiana! Baño de sangre de un Dios que los hace nuevos y puros, como el Hombre y la Mujer recién salidos de las manos del Altísimo. Segundo nacimiento en vuestra vida, preludio de aquel tercer nacimiento que les dará el Cielo, cuando ustedes suban a la señal de Dios; cándidos por la Fe o púrpuras por el martirio. Bellos como ángeles y dignos de ver y de seguir a Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador Nuestro.

Pero hoy, más que a las almas revirginizadas por la Gracia, me dirijo a aquellas encerradas en un cuerpo virgen: a las vírgenes sabias que han comprendido la invitación de amor de Nuestro Señor y las palabras del Evangelio.

Y quieren seguir para siempre al Cordero, entre las escuadras de aquellos que no conocieron contaminación y que entonan eternamente en los Cielos, el cántico que ninguno puede decir, sino aquellos que son vírgenes por amor de Dios.

Y hablo a los fuertes en la Fe, en la Esperanza, en la Caridad, que se alimentan ahora de la Carne Inmaculada del Verbo y se fortifican con su Sangre como de Vino Celestial, para ser fuertes en su empresa.

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Una entre vosotros se levantará de este altar para caminar al encuentro de un destino cuyo nombre puede ser ‘muerte’. Y ella va confiada en Dios, NO en la fe común a todos los cristianos, sino en una FE todavía más perfecta que no se limita a creer por sí misma.

A creer en la Protección divina por sí misma, sino cree también por los demás. Y espera traer a este altar a aquel que mañana será a los ojos del mundo, su esposo. Pero a los ojos de Dios, el hermano suyo predilectísimo.

Doble virginidad del cuerpo y del alma. Perfecta virginidad que se siente segura de su fuerza, al punto de no temer violación. De no temer a la ira de un esposo desilusionado. De no temer a la debilidad de los sentidos. De no temer a las amenazas. De no temer desilusionarse en sus esperanzas. De no tener miedo a la casi certeza del Martirio.

Levántate y sonríe a tu verdadero Esposo, casta virgen de Cristo que vas al encuentro del hombre, mirando a Dios. Y que si vas, es para  llevar al hombre a Dios. Dios te mira y sonríe.

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Y te sonríe la Virgen que fue Madre. Y los ángeles te hacen una corona. Levántate y ven a refrescarte en la fuente Inmaculada, antes de ir a tu cruz, a tu gloria.

Ven esposa de Cristo. Repite a Él tu canto de amor, bajo estos rollos que te son más preciosos que la cuna de tu nacimiento al mundo y llévalo como un relicario hasta el momento en que el alma lo cantará en el Cielo.

Mientras el cuerpo descansará en el último sueño, entre los brazos de ésta que es tu verdadera Madre: la Iglesia Apostólica.”

Terminada la homilía del obispo, los cristianos susurran mirando a la escuadra de las vírgenes, más luego guardan silencio y la Misa prosigue.

Al terminar, los cristianos se reúnen alrededor del obispo, para ser bendecidos también particularmente y para despedirse de la virgen consagrada a la cual se ha referido.

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¡Fernanda! ¡Fernanda! De los cristianos, unos la saludan con sonrisas; otros, con lágrimas. Algunos le preguntan cómo es posible que se haya decidido por las nupcias terrenas.

Otros, que si no teme a la ira del patricio cuando la descubra cristiana. Una virgen le reclama que ella renuncie a la virginidad.

 Y Fernanda dice para responder a todos:

–         Te equivocas Ximena. Yo NO estoy renunciando a ninguna virginidad. A Dios le he consagrado tanto mi cuerpo como mi corazón. Y a Él permanezco fiel. Amo a Dios más que a los parientes; pero los amo al grado de no quererlos llevar a la muerte antes de que Dios los llame.

Amo a Jesús Esposo Eterno, más que a cualquier hombre. Pero amo a los hombres tanto, que recurro a este medio, para NO perder el alma de Nicolás. El me ama y yo castamente lo amo. Tanto, que quiero tenerlo conmigo en la Luz y en la Verdad. No le temo a su Ira. Sé que puede llegar a ser un campeón en nuestra Fe.

Espero en el Señor para vencer.Espero en Jesús, para cristianizar a mi esposo terreno. Pero si NO venciera en esto, EL MARTIRIO ME SERÁ DADO… Y tendré más pronto mi corona.

¡Pero No! –Y levantando su mirada hacia lo alto, exclama- ¡Yo veo tres coronas descender del Cielo!

Las dos iguales son todas rojas y de resplandecientes rubíes. La tercera tiene dos hileras de rubíes, alrededor de un gran cordón de perlas purísimas. Esas nos esperan. No teman por mí. El Poder del Señor me defenderá. En esta Iglesia nos encontraremos pronto unidos, para saludar al nuevo hermano. Adiós. En Dios…  

Todos se retiran hablando entre sí.

Al día siguiente Fernanda se prepara para las Bodas.

Se retira a su cubículum y junto con dos doncellas ora fervientemente…

Después la visten y la peinan exquisitamente. Es una novia bellísima.

Luego la llevan y se realizan los esponsales con el ritual romano. Enseguida sigue el banquete entre cantos y danzas.

Toda la casa está adornada con gran esplendor y derroche de lujos. Sirven exquisitas viandas y vinos en abundancia. La fiesta se prolonga hasta después del anochecer.

En el triclinium principal, Fernanda sonríe al esposo que le habla y la mira con amor. Luego  los dos se levantan para despedir a los invitados.

Fernanda se retira a sus nuevas habitaciones nupciales. Con sus doncellas cristianas, oran juntas por unos momentos y después la ayudan a cambiarse, para recibir al esposo que llegará en cualquier momento…

A una señal entra un cortejo de mujeres enviadas por Nicolás…

Y acompañan a Fernanda a la magnífica cámara nupcial, regiamente decorada. La ayudan a recostarse en un lecho, sostenido por un baldaquín púrpura y cubierto por telas preciosas. Luego la dejan sola.

En cuanto salen las doncellas, Fernanda se levanta y se para en el precioso piso de mármol de colores.

Entra Nicolás que la mira perdidamente enamorado y extiende las manos hacia Fernanda.

Ella corresponde a su sonrisa, pero NO avanza hacia él.

Se queda de pie en el centro de la estancia.

Nicolás se detiene desconcertado, cree que las doncellas no la han servido bien y se vuelve iracundo para llamarlas. Pero Fernanda lo aplaca diciendo que fue ella, la que quiso esperarlo de pie.

Nicolás dice intentando abrazarla:

–           Ven entonces Fernanda mía. Ven. Yo te amo tanto…

Fernanda levanta las manos para detenerlo:

–           Yo también, pero no me toques. No me ofendas con caricias humanas.

–           ¡Pero Fernanda!… ¡Tú eres mi esposa!

–           Soy de Dios, Nicolás. Soy cristiana. Te amo, pero con el alma del Cielo. Soy una Virgen consagrada. Tú no has desposado a una mujer, sino una hija de Dios al que los ángeles sirven. Y el ángel de Dios está conmigo para defenderme. No ofendas a la celeste criatura con actos de amor grosero. Te castigaría.

Nicolás está estupefacto…

Primero el asombro lo paraliza, pero después lo domina la Ira por sentirse burlado. Su gallarda figura parece hacerse más alta todavía. Su bello rostro varonil, enrojece por la cólera. Es un hombre violento. Desilusionado en lo más bello y legítimo.

Con su corazón herido, estremecido le grita:

–           ¡Tú me has traicionado! ¡Tú has jugado conmigo! No creo… No puedo… No quiero creer que tú seas cristiana. Eres demasiado buena, bella e inteligente para pertenecer a esa sucia banda. Pero NO…¡Es una broma! ¿Verdad? Tú quieres jugar como una niña. Está bien. Es tu fiesta. Pero la broma es demasiado atroz. ¡Basta! Ven a mí…

Fernanda contesta:

–           Soy cristiana. No bromeo. Me glorío de serlo. Porque serlo quiere decir ser grande en la tierra y en el más allá. Te amo, Nicolás. Te amo tanto, que he venido a ti para llevarte a Dios, para traerte conmigo en Dios.

–           ¡Maldita seas! ¡Loca y perjura! ¿Por qué me has traicionado? ¿No temes mi Venganza?…

–           NO. Porque sé que eres noble y bueno. Y me amas. NO. Porque sé que no te atreverás a condenar sin pruebas de culpa. Y yo no tengo culpa…enamorados5

–           Tú mientes hablando de los ángeles… ¿Cómo puedo creer esto? Necesito ver. Y si viese…si viese…Te respetaría como a lo más sagrado. Pero por ahora eres mi esposa. No veo nada. Te veo a ti. Y estás sola…

–           Nicolás. ¿Puedes creer que yo mienta? ¿Lo puedes creer precisamente tú que me conoces? Las mentiras son de los abyectos, Nicolás. Cree a cuanto te digo. Si tú quieres ver a mi ángel, cree en mí y lo verás. Cree a quien te ama. Mira, estoy sola contigo. Tú podrías matarme. Yo no tengo miedo, estoy en tus manos. Me podrías denunciar al Prefecto. No tengo miedo. El ángel me defiende de esos riesgos. ¡Oh, si tú lo vieses!

–           ¿Cómo podré verlo?

–           Creyendo en esto que yo creo. Mira, sobre mi corazón está un pequeño rollo. ¿Sabes qué cosa es? Es la Palabra de mi Dios. Dios no Miente y Dios ha dicho que NO tengamos miedo, nosotros que creemos en Él. Qué áspides y escorpiones serán sin veneno bajo nuestros pies…

Nicolás objeta:

–           Pero también se dice que vosotros cometéis crímenes infames y podréis ser condenados a morir…

Fernanda le contesta con dulzura:

–           Nicolás. Eso no es cierto. Y no morimos, no. Vivimos eternamente. El Olimpo no existe, el Paraíso, sí. En él no entran los mentirosos y los de las pasiones violentas y brutales. Sino solo los ángeles y los santos en la Luz y en las armonías celestes. ¡Yo lo siento! ¡Yo lo veo! ¡Oh, Luz! ¡Oh, Voz! ¡Oh, Paraíso! ¡Desciende!

¡Desciende y ven a dar esto a tu hijo, a este esposo mío! ¡Tú corona, antes a él, que a mí! A mí el dolor de estar sin su afecto, pero la alegría de verlo amado por Ti, en Ti, antes de venir a mí. ¡Oh, Glorioso Cielo! ¡Oh, Nupcias Eternas! Nicolás, estaremos unidos delante de Dios, esposos y vírgenes con un amor perfecto…

Fernanda está extasiada…

Nicolás la mira, admirado y conmovido:

–           ¿Cómo podré?… ¿Cómo puedo tener esto? Yo soy un patricio romano. Hasta ayer parrandeaba y fui cruel… ¿Cómo puedo ser como tú, ángel de mi vida?

Fernanda replica apasionadamente:

–           Mi Señor ha venido para dar vida a los muertos, a las almas muertas. Renace en Él y serás igual a mí. Leeremos juntos su Palabra y tu esposa será feliz de ser tu maestra. Después te conduciré con el Pontífice Santo. Él te dará la Luz completa y la Gracia. Como ciego al que se le abren las pupilas, tú verás. ¡Oh, ven Nicolás  y oye la Palabra Eterna que me canta en el corazón!

Y Fernanda toma de la mano a su esposo, ahora todo humilde y calmado como un niño. Y se sienta cerca de él sobre dos amplios divanes y comienza a instruir a Nicolás. Fernanda, llena del Espíritu Santo, repite las palabras del Evangelio de San Juan. Le narra el episodio de Nicodemo y el nacimiento en el espíritu…

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La voz de Fernanda es como la música de un arpa. Y Nicolás la escucha totalmente absorto. Seducido; con la cabeza apuntalada sobre las manos, posando los codos sobre las rodillas, todavía un poco sospechoso e incrédulo…

Después apoya la cabeza sobre el hombro de su esposa y con los ojos cerrados escucha atentamente la Magna Obra de la Redención.

Y cuando ella se interrumpe suplica:

–           Sigue…sigue…

Fernanda abre el rollo y lee fragmentos del Evangelio de San Mateo y de Lucas. Termina relatando los detalles de la Última Cena, el Lavatorio de pies, la Traición de Judas, los Procesos, la Crucifixión y la Muerte. Y luego… La Resurrección.

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Nicolás llora con un llanto silencioso y abundante que le baña las mejillas y resbala hasta la tela finísima de su túnica nupcial. Las lágrimas brotan de sus párpados cerrados.

Fernanda lo ve y sonríe… Pero no manifiesta que lo ha advertido. Cuando termina de leer el episodio de Tomás el Incrédulo, ella calla…

Y se quedan así un largo rato, abstraídos…la una en Dios y el otro, en sí mismo; hasta que Nicolás grita:

–           ¡Creo! ¡Creo, Fernanda! Solo un Dios Verdadero pudo haber dicho tales palabras y amado de aquel modo. Llévame con tu Pontífice, quiero amar esto que tú amas. Quiero esto que tú quieres. Quiero consagrarme a Él, igual que tú. No tengas miedo de mí, Fernanda. Seremos como eso que tú quieres: esposos en Dios y aquí hermanos. ¡Vamos! Yo también quiero ver lo que tú ves y oír lo que tú oyes: al ángel de tu candor.

Y Fernanda radiante se levanta, abre las ventanas, aparta las cortinas y ya está amaneciendo.

La luz de la aurora entra y al voltear hacia Nicolás, lo ve que él también está extasiado…

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Iba a arrodillarse y se quedó a la mitad, totalmente pasmado. Una luz blanca como de perlas fundidas en plata, ilumina toda la estancia. En medio de la luz se ve una figura etérea, con aspecto humano. Tiene cara, tiene cuerpo. Su rostro, cabellos y manos, son humanos, pero al mismo tiempo parecen hechos de pura luz…

La voz es una dulce armonía con arpegios celestiales que le dice:

–           No, Nicolás. Solo soy un mensajero de Dios. A Él y solo a Él, hay que dar el culto y la Gloria. Mi nombre es Azarías y soy tu ángel Guardián. Yo velaré para que tú pie no tropiece, hasta que vayas a la Presencia de Dios. Estoy aquí porque has respetado a su virgen-esposa y porque has creído. En el momento oportuno, Él Mismo te hablará, porque ha resucitado y es un Dios Vivo para los que viven. La paz sea con vosotros.

El ángel desaparece y Nicolás voltea a ver a Fernanda sin saber qué hacer, ni qué decir…

Ella lo toma de la mano y lo lleva hacia la ventana abierta, a través de la cual se ve el crepúsculo matutino en todo su esplendor. Abre sus brazos y levanta el rostro hacia el hermoso cielo en el que se ve brillar aún a Venus, el planeta que es una esplendorosa estrella de la mañana. Y que brilla junto a una luna que se diluye lentamente, entre los brillantes rayos de un sol.

Fernanda parece una cruz viviente y luego se persigna comenzando a orar el Padre Nuestro… Invitando a su esposo con la mirada para que lo repita con ella.

Ella ora despacio, muy despacio, para que Nicolás pueda seguirla. Y después al finalizar, le hace la señal de la cruz en la frente, sobre el corazón  y lo enseña a persignarse.

Y llevándolo siempre de la mano, lo conduce hacia la Luz…

Fernanda estuvo segura en la Fe. En las palabras de Jesús. Y dio un paso muy arriesgado a los ojos de los demás, pero no a los suyos. Sumergida en la Oración, con sus ojos puestos en Dios, vio la sonrisa divina y obtuvo el triple milagro:

Fue preservada de toda violencia.

Fue apóstol de su esposo pagano.

Y fue inmune por el momento a toda denuncia…

Fernanda obtuvo lo que esperaba y no solo consiguió la conversión de Nicolás, sino también la de su cuñado, sus sirvientes y toda su familia…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA

29.- EL CAZADOR, CAZADO

Marco Aurelio, después de unas horas, se sintió más penosamente mal.

Y estuvo muy enfermo en realidad. La noche llegó y con ella una violenta fiebre. Cuando ésta cedió, no podía dormir y seguía con la mirada a Alexandra a dondequiera que iba.

Por momentos caía en una especie de sopor, durante el cual oía lo que sucedía a su alrededor, pero luego se sumergía en febriles delirios.

Y así transcurrieron varios días…

Cuando recuperó la conciencia, despertó y miró alrededor de él. Una lámpara brilla dando su claridad. Todos están calentándose al fuego, pues hace frío y se ve como de sus bocas sale el aliento en forma de vapor.

Pedro está sentado, con Alexandra en un escabel a sus pies. Luego Mauro, Lautaro, Isabel y David, un joven de rostro agraciado y cabellos negros y ensortijados… Todos están atentos, escuchando al apóstol que habla en voz baja…

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Y también Marco Aurelio concentró su atención tratando de escuchar lo que dice. Entiende que está hablando de la Muerte y Resurrección de Cristo y de las enseñanzas que Jesús les dio  durante cuarenta días, antes de ascender al Cielo.

Marco Aurelio pensó:

–           Sólo viven invocando ese Nombre.

Y cerró los ojos invadido por la fiebre.

Cuando los volvió a abrir, vio la brillantez de la luz de la chimenea, pero ahora no hay nadie. Trozos de leña se consumen y las astillas de pino que acaban de poner, iluminan suavemente a Alexandra sentada cerca de su lecho.

Y al mirarla se conmovió, ella está velando su sueño. Es fácil adivinar su cansancio. Está inmóvil y tiene cerrados los ojos. Él se pregunta si está dormida o solamente absorta en sus pensamientos. Contempló su delicado perfil… sus largas pestañas caídas lánguidamente, sus manos sobre sus rodillas.

Y vio que sobre su belleza exterior que es tan extraordinaria, hay otra belleza que irradia desde adentro de su ser y la hace sobrenaturalmente hermosísima…

Y aunque le repugna llamarla cristiana, tiene que aceptarla con la religión que ella confiesa. Aún más, comprende que si todos se han retirado a descansar  y solo ella permanece en vela. Ella, a quién él ha ofendido tanto, es sólo porque su religión así lo prescribe.

Pero ese pensamiento que causa admiración al relacionarlo con la religión de Alexandra, le fue también muy desagradable… Hubiera preferido que la joven obrara así, tan solo por amor a él.

Alexandra abrió los ojos y vio que él la miraba.

Se acercó y le dijo con dulzura:

–           Estoy contigo.

Marco Aurelio murmuró débilmente:

–           Y yo he visto lo que en verdad eres en mis sueños. Gracias. –y volvió a dormirse.

A la mañana siguiente despertó. Débil, pero con la cabeza fresca y sin fiebre.

Bernabé hurga en la chimenea apartando la ceniza de los carbones encendidos.

Marco Aurelio recordó como este hombre había destrozado a Atlante. Y examinó con atención su enorme  espalda y sus poderosos brazos. Sus piernas sólidas y fuertes como columnas. Y pensó: “¡Gracias a los dioses que no me ha roto el cuello! ¡Por Marte! ¡Si los demás partos son como éste, las legiones romanas NO cruzarán sus fronteras!

 Luego dijo en voz alta:

– ¡Hola esclavo!

Bernabé sacó la cabeza de la chimenea y sonriendo con expresión amistosa, le dijo con cordialidad:

–           Que Dios te de buenos días y mejor salud. Pero yo soy un hombre libre y no un esclavo.

Esto le hizo una impresión favorable, pues su orgulloso temperamento le impide el alternar con un esclavo. Éstos sólo son objetos sin índole humana.

Esta respuesta le facilita interrogar a Bernabé acerca del lugar en donde Alexandra ha nacido.

–           Entonces ¿Tú no perteneces a Publio?

Bernabé respondió con sencillez:

–           No. Sirvo a Alexandra como serví a su madre. Por mi propia voluntad.

Y se puso a agregar trozos de leña al fuego de la chimenea.

Cuando terminó, se irguió y declaró:

–           Entre nosotros no hay esclavos.

–           ¿Dónde está Alexandra?

–           Salió. Y yo voy a hacerte de comer. Ella te estuvo velando toda la noche.

–           ¿Y por qué no la relevaste tú?

–           Porque ella quiso velar a tu lado y mi deber es obedecerla. – Pasó por sus ojos una expresión sombría.-  Si la hubiera desobedecido, tú no estarías vivo ahora.

–           ¿Entonces lamentas el no haberme dado muerte?

–           No. Cristo nos manda no matar.

–           Pero… ¿Y Secundino y Atlante?

–           No pude evitarlo. –murmuró Bernabé.

Y miró con tristeza sus manos. Luego puso una olla sobre la rejilla y se quedó contemplando el fuego, con mirada pensativa.

Finalmente declaró:

–           La culpa fue tuya. ¿Por qué levantaste tu mano contra la hija de un rey?

Una oleada de orgullo irritado ruborizó las mejillas de Marco Aurelio, ante el reproche del parto…

Más como se sentía débil, se contuvo. Especialmente porque predomina el deseo de saber más detalles sobre Alexandra. Más aún con la confirmación de su linaje real, pues como la hija de un rey ella puede ocupar en la corte del César una posición igual a las de las mejores y más nobles patricias romanas.

Cuando se calmó, pidió al parto que le contase como era su país.

Bernabé contestó:

–           Vivimos en los bosques, pero poseemos tal extensión de territorio, que no se pueden saber los límites, pues más allá se extiende el desierto…-y siguió describiendo sus ciudades, la familia de Alexandra…

Sus gentes, sus costumbres y como se defendían de los que trataban de invadirlos.

Concluyó diciendo:

–       Nosotros no les tememos a ellos, ni al mismo César romano.

Marco Aurelio respondió con tono severo:

–        Los dioses han dado a Roma el dominio del mundo.

Bernabé replicó con sencillez:

–        Los dioses son espíritus malignos. Y donde no hay romanos, no hay supremacía de ningún género.

Y se volvió a avivar el fuego de la chimenea, revolviendo con un cucharón, la olla donde se cocinan los alimentos. Cuando estuvo listo, vació en un plato grande y esperó a que se enfriara un poco.

Luego dijo:

–           Mauro te aconseja, que aún el brazo sano lo muevas lo menos posible. Alexandra, me ha ordenado que te dé de comer.

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¡Alexandra ordenaba! No había ninguna objeción que hacer. Así pues, Marco Aurelio ni siquiera protestó.

Bernabé vació el líquido en un tazón, se sentó junto a la cama y lo llevó a los labios del joven patricio. Y hay tal solicitud y tan afable sonrisa en su semblante, que el tribuno no da crédito a sus ojos.

Aquel titán tan terrible que había aniquilado a Atlante y que luego se había vuelto contra él como un tornado ¡Le habría hecho trizas si no hubiera intervenido Alexandra!

Ahora es un delicado enfermero, tan solícito como gentil, al tomar el tazón entre sus dedos hercúleos y acercarlo a los labios de Marco Aurelio.

En ese momento apareció Alexandra, vestida con el camisón de dormir y con el cabello suelto.

Marco Aurelio sintió que su corazón se aceleró al verla y la amonestó suavemente por no estar descansando.

Ella dijo con acento afable:

–           Me preparaba para dormir y vine a ver cómo estás. Dame la taza Bernabé. Yo le daré de comer.

Y tomando entre sus manos el recipiente, se sentó a la orilla del lecho, dio de comer al enfermo, que se siente a la vez rendido y gozoso.

Cuando ella se inclina hacia él, percibe el tibio calor de la joven y le rozan sus cabellos ondulados y negrísimos. Se siente desfallecer de felicidad. Está pálido por la emoción.

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Al principio tan solo la había deseado y ahora siente que la adora con todo su ser. Antes solo prevalecía su egoísmo y ahora reconoce haber sido tan insensible y tan ciego, que empieza a pensar en ella y en lo que ella necesita y desea.

Como un niño obediente se tomó la mitad el contenido del tazón. Y aun cuando la compañía de Alexandra y el contemplarla lo extasían de dicha, le dijo:

–           Basta ya. Vete a descansar, diosa mía.

Ella replicó ruborizada:

–           No me llames de ese modo.  No está bien que me digas así.

Sin embargo lo mira sonriente y le reitera que ya no tiene sueño, ni fatiga. Y lo insta para que termine de comer.

Y finalizó diciendo:

–           No me retiraré a descansar hasta que llegue Mauro.

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El la escucha encantado y se siente invadido por una gran alegría y una gratitud sin límites.

Emocionado le dice:

–           Alexandra… Yo no te había conocido antes. Hasta hoy me doy cuenta que quise alcanzarte con medios reprobables. Así pues ahora te digo: regresa a la casa de Publio y descansa en la seguridad de que en adelante, no habrá ninguna mano que se levante contra ti.

Una nube de tristeza cubrió el rostro de la joven y contestó:

–           Dichosa me sentiría si llegara a verlos aunque fuera de lejos, pero ya no puedo volver a su casa.

Marco Aurelio la miró asombrado y preguntó:

–           ¿Por qué?

Alexandra le contempló por unos segundos, antes de responder:

–           Los cristianos sabemos por Actea lo que sucede en el Palatino. ¿Acaso no sabes que el César, poco después de mi fuga y antes de partir para Nápoles, hizo comparecer a su presencia a Publio y a Fabiola? Y creyendo que me habían secundado los amenazó con su cólera.

Por fortuna Publio pudo decirle: ‘Majestad, tú me conoces y sabes que no te mentiría. Nosotros no hemos favorecido su fuga e ignoramos igual que tú, que suerte ha corrido ella.’ Y el césar creyó y enseguida olvidó.  Por consejo de mis superiores, jamás les he escrito comunicándoles donde estoy, a fin de que siempre puedan decir la verdad y que ignoran dónde me encuentro.

Acaso tú no comprendes esto, Marco Aurelio; pero has de saber que entre nosotros está prohibida la mentira, aunque para ello debamos arriesgar la vida. Esta es la Religión que da norma hasta a los afectos de nuestro corazón. Y por lo mismo no he visto, ni debo ver a mis padres.

Desde que me despedí de ellos, solo de vez en cuando, ecos lejanos les hacen saber que estoy bien y que no me amenaza ningún peligro.

Al decir estas palabras la añoranza la invadió y las lágrimas humedecieron sus ojos. Pero se recuperó rápidamente y añadió:

Sé que también ellos languidecen por nuestra separación. Pero nosotros disponemos de un consuelo que los demás no conocen.

Marco Aurelio está anonadado: ¡Actea cristiana!…

Y dice lleno de confusión:

–           Sí, lo sé. Cristo es vuestro consuelo. Más yo no comprendo eso.

–           ¡Mira! Para nosotros no hay separaciones, dolores, ni sufrimiento, que Dios no transforme luego en gozo. La muerte misma que ustedes consideran como el  término de la vida, para nosotros es solo el comienzo de la verdadera Vida. Considera cuán regia es una Religión que nos ordena amar aún hasta a nuestros enemigos.

–           He sido testigo de lo que dices. Pero contéstame: ¿Ahora eres feliz?

–           Lo soy. Amo a Dios sobre todas las cosas. Y todo el que confiesa a Cristo, no puede ser desgraciado.

Marco Aurelio admiró su convicción, pero no alcanza a comprenderla y le dijo:

–           ¿Entonces no quieres volver a la casa de los Quintiliano?

–           Lo anhelo con toda mi alma. Y he de volver algún día si esa es la Voluntad de Dios.

–           Pues entonces yo te digo: ‘Regresa’ Y te juro por mis lares que no alzaré mi mano contra ti.

–           No. Me es imposible exponer al peligro a los que se encuentran cerca de mí. El César no quiere a los Quintiliano. Si yo volviera…y ya ves que rápido se extiende por toda Roma una noticia, mi regreso al hogar haría ruido en la ciudad. Nerón lo sabría, castigaría a Publio y a Fabiola. Por lo menos me arrancaría una segunda vez de su lado.

–           Es verdad. Eso podría suceder. Y lo haría tan solo para demostrar que sus mandatos deben ser obedecidos. –Y cerrando los ojos exclamó- ¡No soportaría saberte otra vez en el Palatino!

Y él sintió como si se abriera ante sí, un abismo sin fondo. Él es un patricio. Un tribuno militar. Un potentado. Pero sobre todos los potentados del mundo al que pertenece, está un loco cuyos caprichos y cuya malignidad, son imposibles de prever…

Solamente los cristianos pueden prescindir absolutamente de Nerón o dejar de temerle, porque son gentes que parecen no pertenecer a este mundo, ya que la misma muerte les parece cosa de poca monta. Todos los demás tienen que temblar en presencia del tirano.

Y las miserias de la época en que viven se presentan a los ojos de Marco Aurelio, en toda su monstruosa malignidad. Y pensó que en tales tiempos, solo los cristianos pueden ser felices.

Y sobre todo, aquilató por primera vez la dimensión del daño que le había hecho a ella. Y una honda pena se apoderó de él.

Bajo la desalentadora influencia de ese pesar; lleno de impotencia, le dijo:

–           ¿Sabes que eres más feliz que yo? Tú estás en medio de la pobreza, viviendo con gentes sencillas, pero tienes tu Religión. Tienes tu Cristo. Pero yo solo te tengo a ti. Y cuando huiste de mi lado, me convertí en una especie de mendigo en medio de mi riqueza.

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Ella lo miró atónita y sin saber qué decir.

Marco Aurelio prosiguió:

–                      Tú eres más cara a mi corazón que todo lo que hay en el mundo. Yo te busqué porque no puedo vivir sin ti. Hasta ahora solo me ha sostenido la esperanza de volver a verte. No anhelaba ni placeres, ni fiestas. No podía dormir, ni descansar, ni comer. Y no encontraba alivio para mi dolor. Si no hubiera sido por la esperanza de encontrarte, me hubiera arrojado sobre mi espada.

Alexandra replicó conmovida:

–           No digas eso Marco Aurelio. Ningún ser humano debe idolatrar a otro hasta ese punto.

–           Pero pensé que si moría, ya no te volvería a ver. Te estoy diciendo la verdad pura, cuando te afirmo que no podré vivir sin ti. Hasta ahora solo me ha sostenido la ilusión de volver a verte como ahora lo hago y hundirme en la mirada de esos ojos tuyos bellísimos, que son mi anhelo.

La mira con un amor tan intenso que ella se ruboriza y no le contesta nada.

Él agrega apasionado:

–           ¿Recuerdas nuestras conversaciones en casa de Publio? Un día trazaste un pescado en la arena y entonces yo no sabía su significado. ¿Recuerdas que jugamos a la pelota? Yo te amaba ya más que a mi vida y trataba de decírtelo, cuando Publio nos interrumpió.

Y Fabiola al despedirse de Petronio, le dijo que Dios era Uno, Justo y Todopoderoso. Yo no tenía ni la menor idea de que Cristo era su Dios y el tuyo. Yo no conozco a tu Dios. Tú estás sentada cerca de mí y sin embargo, solo piensas en Él…

Marco Aurelio calló, palideció y cerró los ojos, mientras ardientes lágrimas silenciosas se deslizaron por sus mejillas…

Es apasionado tanto en el amor como en el odio. Y dejó salir sus palabras con sinceridad, desde el fondo mismo de su alma. Puede percibirse al oírlo: la amargura, el dolor, el éxtasis, los anhelos, la adoración. Acumulados y confundidos por tanto tiempo, hasta que se desbordaron en un torrente de ardorosas frases.

Alexandra está sorprendida y su corazón empezó a palpitar con fuerza. Sintió compasión y pena por aquel hombre y sus sufrimientos. Se siente conmovida por la adoración que ha descubierto… ¡Él la ama!… ¡La adora!…

Sentirse amada y deificada por aquel hombre que hasta ayer era tan peligroso e indomable y que ahora se le está entregando totalmente, en cuerpo y alma. Rindiéndose como si fuera un esclavo suyo.

Esa conciencia de la sumisión de él y del poder que le ha dado a ella, la inundaron de felicidad y regresaron por un momento los sentimientos y los recuerdos de otros días.

Ahora ha vuelto a ser para ella, aquel espléndido Marco Aurelio; hermoso como un dios pagano. El mismo que en la casa de Publio le había hablado de amor y despertado como de un sueño, su corazón virgen al amor de un hombre.

Pero es también el mismo de cuyos brazos Bernabé la había arrancado en el banquete del Palatino y rescatado del incendio en que su pasión la envolviera…

Y ahora que se ven pintados en su rostro imperioso, el éxtasis y el dolor. Que yace en aquel lecho, con el rostro pálido y los ojos suplicantes. Herido, quebrantado por el amor, rendido y entregado a ella; se le presentó a Alexandra como el hombre que ella había deseado y amado.

Como el hombre grato a su alma, como nunca antes lo fuera. ¡Y de súbito comprendió que ella también lo ama! Y que ese amor la arrastra como un torbellino y la atrae hacia él, como el más poderoso imán.

Y en ese preciso  momento llegó Mauro que viene a ver a su paciente, para revisarlo y seguir atendiéndolo.

Marco Aurelio suspiró derrotado, porque la respuesta de la joven, NO alcanzó a llegar.

Alexandra se retiró con el alma llena de ansiedad…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA

28.- NÉMESIS

0imperio-romano-2Un hombre como de cuarenta años, alto, atlético. Con un rostro en el que resaltan unos ojos castaños de mirada dulce y bondadosa, examina con delicadeza y movimientos expertos…

Y luego declara:

–           Sí, Lautaro. Fui médico militar. La guerra es una buena escuela. La herida de la cabeza es leve. Cuando éste, -señaló a Bernabé- lo aventó contra la pared, el joven extendió el brazo tratando de protegerse y al caer pegó contra la balaustrada y se le desarticuló. Así fue como se fracturó también las costillas, pero por lo mismo, salvó la cabeza y su vida.

El anciano replica:

–           Sabemos que eres un buen médico y por eso mandé a buscarte.

Y mientras platican, Mauro empezó a reducir el brazo para entablillarlo…

Y Marco Aurelio se desmayó. Lo cual lo favoreció, pues así no sintió el sufrimiento causado al volver a articular el brazo y la reducción de los huesos rotos. Terminada la operación, Marco Aurelio recuperó el conocimiento y vio delante de él a Alexandra.

Ella está a su cabecera, sosteniendo una palangana, donde Mauro introduce una esponja y humedece la cabeza de su paciente.

Marco Aurelio no puede dar crédito a sus ojos. Creyó estar soñando y después de largo rato, musitó como un suspiro:

–           ¡Alexandra!

La palangana tembló en las manos de ella, al escuchar ese llamado. Lo miró con tristeza y le contestó en voz baja:

–           ¡Que la paz sea contigo!

Y permaneció allí de pie, mirándolo con compasión y mucha tristeza.

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Marco Aurelio a su vez la mira anhelante, extasiado ante ella, deseando grabarse su imagen. Ve su rostro pálido, las hermosas trenzas de negros cabellos, vestida con su ropa de esclava.

Sus ojos bellísimos y preocupados mientras le atienden…

El tribuno la envuelve con una mirada tan intensa, que la hace ruborizar. Mientras la contempla, reflexiona que esa palidez y esa pobreza en que ahora la ve, son obra suya. Que ha sido él, el que la arrancara de una casa en la que ella vivía rodeada de amor y comodidades.

Él le había quitado su bienestar para arrojarla en aquella mísera estancia, vistiéndola con aquella pobre túnica de lana oscura. 

Y le dijo emocionado:

–           Alexandra… Tú no permitiste mi muerte.

Ella contestó con dulzura:

–           Quiera Dios devolverte la salud.

Para Marco Aurelio, que ahora ve todos los agravios que le ha inferido; esas palabras fueron como un bálsamo, que le llegó hasta lo más íntimo del alma. Y si poco antes el dolor le había debilitado, ahora lo desfallece la emoción…

Y una especie de languidez profunda, a la par que inefable, se apoderó de todo su ser, con un gozo incomparable.

Mientras tanto, Mauro después de lavarle la herida en la cabeza, le aplicó un ungüento.

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Bernabé se llevó la palangana y Alexandra le dio al herido, una copa con vino medicado para el dolor; sosteniéndole con delicadeza, mientras se la acerca a los labios. Más tarde ella llevó la copa vacía al aposento contiguo.

El ya casi ha recuperado sus facultades y Lautaro, después de hablar con Mauro, se aproximó al lecho y dijo:

–           Dios no te ha permitido ejecutar una mala acción y te ha conservado la vida a fin de que reflexiones y te arrepientas. Él ante quien el hombre es solo polvo, te entregó indefenso en nuestras manos… Pero Cristo en quién creemos nos ha ordenado amar aún a nuestros enemigos.

Por eso hemos curado tus heridas y como Alexandra te lo ha dicho, imploramos a Dios para que te devuelva la salud. Más no podemos permanecer consagrados a tus cuidados…  Piensa con calma y medita bien si es digno de ti, continuar en tu persecución contra ella.

Ya lo ves: has dejado a esa joven sin tutores y a nosotros sin techo. Pero te perdonamos y te devolvemos bien por mal.

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Marco Aurelio preguntó:

–           ¿Me abandonaréis acaso?

Lautaro declaró:

–         Vamos a abandonar esta casa, para escapar de la persecución del Prefecto. Tu compañero murió. Tú que eres poderoso entre los tuyos, estás herido. De todo esto nosotros no tenemos la culpa, pero puede caer sobre nosotros la cólera de la ley de Roma.

–           No temáis que os persigan, yo os protegeré

Lautaro se calló que no se trataba solo de ellos. Sino de proteger a Alexandra de él y de su porfiada persecución personal.

Y solo dijo:

–           Señor, tu brazo derecho está sano. Aquí tienes tablillas y un stylus. Escribe a tu casa para que tus sirvientes traigan una litera y te lleven a donde tendrás comodidades que no podemos ofrecerte en medio de nuestra escasez. Vivimos aquí con una pobre viuda que vendrá más tarde acompañada por su hijo. Éste podrá llevar tu carta. En cuanto a nosotros, tendremos que buscar otro lugar…

Marco Aurelio se puso pálido.

Comprendió que lo que quieren es separarlo de ella  y que si ahora la pierde otra vez, no volverá a verla nunca. Mil ideas cruzaron por su mente en unos segundos. Necesita evitarlo e influir desesperadamente en Alexandra y en sus guardianes, pero no sabe cómo.

Lo esencial es verla. Gozar de su presencia, aunque solo fuese por unos pocos días y luego decidirá qué hacer.

Y por esto, reuniendo con esfuerzo sus pensamientos, dijo:

–           Escúchenme cristianos. Antes yo no os conocía y vuestros hechos me demuestran, que sois gente buena y honrada. A esa viuda que ocupa esta casa, decidle que permanezca en ella. Quédense también ustedes y déjenme que los acompañe.

Este hombre que es médico, sabe que no es posible que me traslade hoy fuera de aquí. Estoy enfermo. Tengo un brazo y las costillas rotas. Debo permanecer inmóvil, al menos unos días. Por consiguiente os declaro que no saldré de esta casa, a menos que me arrojéis por la fuerza… –y aquí se detuvo porque la respiración le faltó.

Lautaro respondió:

–           No emplearemos ningún género de violencia contra ti, señor. Deseamos tan solo salvar nuestras vidas.

Marco Aurelio no está acostumbrado a las objeciones.

Frunció el ceño y dijo:

–           Permitidme tomar aliento…

Luego de unos instantes, declaró:

–           Por Atlante a quién mató Bernabé, nadie ha de preguntar. Él debía partir hoy a Benevento a donde fue llamado por Haloto y todos creerán que se ha ido. Cuando entramos en esta casa, nadie nos vio, a excepción de un griego que estuvo con nosotros.

Les indicaré donde vive ese hombre, tráiganlo aquí. Comunicaré en una carta que también he partido para Benevento. Si el griego dio algún aviso al Prefecto, declararé que fui yo quien mató a Atlante y él, quién me rompió el brazo.

Esto haré. Os lo juro por las sombras de mi padre y de mi madre. Podéis permanecer aquí con la seguridad de que nadie os hará ningún daño. Haced venir a ese hombre, ese griego cuyo nombre es Prócoro Quironio.

Lautaro contestó:

–           Entonces  Mauro se quedará contigo y te atenderá la viuda.

Marco Aurelio replicó frunciendo todavía más el ceño:

–          Fíjate bien anciano, en lo que te estoy diciendo.  Yo te debo gratitud y tú me pareces un hombre bueno y honrado, más no me dices lo que verdaderamente piensas. Tienes miedo de que yo haga venir a mis esclavos y se lleven a Alexandra. ¿No es verdad?

Lautaro contestó con acento severo:

–           Así es.

–          Entonces ten presente esto. Hablaré a Prócoro delante de todos vosotros. Y escribiré a mi casa una carta, donde anuncio mi viaje a Benevento. No me valdré en lo sucesivo de otros mensajeros, más que de ustedes. Tened esto en cuenta y no me irritéis más.

Y Marco Aurelio tiene contraído el rostro por la indignación.

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Y luego añadió con exaltación:

–           ¿Crees que negaré que mi deseo de permanecer aquí es para verla? Aunque tratara de ocultarlo, eso lo adivinaría un necio. Pero ya no volveré a intentar llevármela por la fuerza. Te diré más: si ella se niega a permanecer aquí, haré pedazos con esta mano que tengo sana, los vendajes que habéis puesto sobre mi cuerpo.

No tomaré alimentos, ni bebidas. Y dejaré que mi muerte caiga sobre ti y tus hermanos. ¿Para qué me has atendido entonces? ¿Por qué no has dado orden de que me maten?

Y al decir estas últimas palabras, tiene el semblante pálido de ira y de agotamiento.

Alexandra al oírlo, está segura de que Marco Aurelio cumplirá lo que dice y se quedó anonadada, ante la amenaza de estas palabras. Ella no quiere que muera.  Indefenso y herido, ya no le tiene miedo, sino compasión.

Marco Aurelio ejerció en su suerte una influencia demasiado trascendental y ha intervenido de tal forma en su vida, que nunca podrá olvidarlo.

Días enteros ha pensado en él e implorado de Dios que lo guíe a la Luz y lo convierta. Que le diera una oportunidad para que ella pueda devolverle bien, por el mal que de él recibiera. Perdón y misericordia a cambio de su persecución, ablandándole el corazón y ganándolo para la causa de Cristo. Dándole la gracia de la salvación…

Y creyó que éste era el momento preciso y que sus plegarias habían sido escuchadas.

Se acercó a Lautaro con serena dignidad. Con tanta majestad, que el anciano presbítero comprendió que una Voluntad más alta, es la que habla por su boca, cuando ella tranquilamente declara:

–           Permanezca él entre nosotros, Lautaro. Con él nos quedaremos hasta que Cristo le devuelva la salud completa.

Lautaro confirma muy respetuoso:

–           Sea como tú lo dices.

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Marco Aurelio, que en todo ese tiempo no había apartado la vista de Alexandra, quedó impactado.

La obediencia reverente del anciano, ¿A qué? ¿A quién?… Le causó una impresión avasalladora. Alexandra apareció ante sus ojos como una especie de sacerdotisa, en medio de los cristianos. Por un momento irradió una Presencia, que la iluminaba toda.

Y él se sintió subyugado a la emanación de aquella Presencia, aquella especie de Luz invisible que se percibió en la doncella. Y al amor que hasta ese momento le había arrastrado hacia ella, se unió algo así como un temor reverencial. Y su pasión le pareció por mi primera vez, algo rayano en la insolencia.

Jamás hubiera creído que las relaciones que hay entre ella y él, tomarían un giro de ciento ochenta grados. Ahora no es ella la que depende de su voluntad. Es él, el que está en aquel lugar, quebrantado y enfermo.

Ha dejado de ser una fuerza ofensiva y conquistadora hasta quedar indefenso, entregado por completo a la merced y a los cuidados de la joven. Para su índole altiva y dominante, con cualquier otra persona que no fuera Alexandra, esto hubiera sido una tremenda humillación.

Pero en lugar de sentirla,  creció su admiración, su respeto y su reconocimiento hacia la que ahora es su dueña absoluta.

Desea manifestarle su gratitud desde el fondo de su corazón, junto con todos los sentimientos que él alberga y que jamás mujer alguna le había inspirado. Pero con todo lo que ha pasado está extenuado y no le es posible hablar.

Con la mirada le expresa todo y también el inmenso júbilo que lo invade, porque va a permanecer a su lado. Va a poder verla y tenerla cerca. Su único temor es perder más tarde, lo que por fin ha conquistado. 

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¡Todo es tan sorprendente! Y lo más inusitado es la timidez. Pues cuando ella se acercó a darle de beber, no se atrevió ni siquiera a tocar su mano. Y ella lo notó.

Por primera vez se analizó a sí mismo y vio que era tiránico, insolente, corrompido hasta cierto punto y en caso necesario, también era inexorable e implacable. La vida militar le había dejado con su disciplina, unos resabios de justicia, de religión y de conciencia  suficientes, para discernir que no puede ser ruin, con quién le está dando una lección de magnanimidad y de bondad tan regios.

Cuando se enoja es muy impulsivo y  en su furia puede arrasar como un huracán. Pero ahora se siente dominado por una ternura insólita, está enfermo y desvalido. Lo único que le importa es que nadie se interponga entre él y Alexandra.

Advirtió también con asombro que desde el momento en que ella se puso de su parte, todos se rindieron. Es como si estuvieran confiados en que son protegidos por un  poder sobrenatural.

Marco Aurelio le pidió nuevamente a Lautaro que fuesen a buscar al griego y él mandó a Bernabé. Después de tomar el domicilio, éste tomó su manto y salió apresuradamente.

Prócoro fue despertado por la esclava, que le anunció que una persona pregunta por él y desea verlo con urgencia. El griego se levantó, se aseó rápido y fue a ver quién lo busca. Y se quedó petrificado…

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Mudo por el asombro, mira al colosal parto.

Bernabé declaró:

–           Prócoro Quironio, tu señor Marco Aurelio te ordena que vengas conmigo a donde se encuentra él.

Más tarde, Prócoro y Bernabé cruzaron la entrada y el primer patio. Llegaron al corredor que conduce al jardín de la casita y entraron en ella. La tarde está nublada y fría.

En la semipenumbra, Marco Aurelio adivinó, más que reconocer a Prócoro, en aquel hombre encaperuzado.

El griego vio en el extremo de la habitación junto a una ventana, un lecho y al tribuno  acostado en él. Se le acercó y sin mirar a ninguno de los presentes, le dijo:

–           ¡Oh, señor! ¿Por qué no has…?

Pero Marco Aurelio le cortó en seco:

–           Silencio y escucha con atención. – Y mirando a Prócoro fijamente; de manera enfática y pausada; como queriendo significar al griego que cada una de sus palabras es una orden, agregó- Atlante se arrojó sobre mí intentando robarme y en defensa de mi vida, yo le maté. ¿Entiendes? Estas gentes curaron las heridas que recibí en la lucha.

Prócoro comprendió al punto.

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Y sin demostrar duda ni asombro, levantó los ojos hacia lo alto y exclamó:

–           ¡Pérfido malhechor! Pero yo te advertí señor, que desconfiases de él porque era un pícaro. ¡Ah! Pero ¡Caer sobre su benefactor, sobre un hombre tan magnánimo…!

Marco Aurelio lo miró interrogante y con una entonación muy especial, le dijo:

–           ¿Qué has hecho hoy?…

–           ¿Cómo? ¿Qué?… ¿No te he dicho señor, que hice voto por tu salud?

–           ¿Nada más?

–           Me preparaba a venir a visitarte, cuando este buen hombre llegó a mi casa y me dijo que enviabas por mí.

–           Aquí tienes una tablilla. Con ella irás a mi casa. Buscarás a Dionisio, mi mayordomo y se la darás. En esa tabla le comunico que he partido para Benevento. De tu parte le dirás que me fui esta mañana, llamado por una carta urgente de Petronio –y aquí recalcó- He ido a Benevento, ¿Entiendes?

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–           Te has ido, señor. Esta mañana te despedí en la Puerta Capena. Y desde el momento de tu partida se apoderó de mí tal nostalgia, que si tu magnanimidad no viene a endulzarla, he de llorar hasta morir.

Marco Aurelio, aunque enfermo y habituado a las artimañas del griego, no puede reprimir una sonrisa. Está contento de que Prócoro le haya comprendido inmediatamente.

Así que dijo:

–           Entonces también escribiré, que te enjuguen las lágrimas. Dame la vela.

Prócoro se adelantó unos pasos hacia la chimenea y tomó una de las velas que ardían junto a la pared. Pero mientras hizo esto, se le cayó el capuchón y la luz le dio de lleno en la cara.

Mauro saltó de su asiento. Y poniéndosele al frente, le preguntó:

–           ¿Nicias, no me reconoces?

Y había en su voz una entonación tan terrible que todos se volvieron a mirarle, asombrados.

Prócoro alzó la vela y se le cortó la respiración. Horrorizado la dejó caer al suelo y empezó a gemir:

–           ¡Yo no soy…! ¡Yo no soy…! ¡Perdón!

Mauro se volvió a los cristianos allí reunidos y les dijo:

–           ¡Éste es el hombre que me traicionó! ¡Y que nos arruinó a mí y a mi familia!

La historia la saben todos, hasta Marco Aurelio.

Prócoro gimió:

–           ¡Perdón! ¡Oh, señor Marco Aurelio! ¡Sálvame! Yo he confiado en ti. Ayúdame… tu carta… yo la entregaré… Por favor, señor…

Pero el patricio que conoce muy bien al griego, declaró:

–           ¡Entiérrenlo en el jardín! Otro puede llevar la carta.

Prócoro escuchó esta sentencia de muerte y mira aterrado las manos de Bernabé, que lo ha tomado por el cuello mientras él se arrodillaba diciendo:

–           ¡Por vuestro Dios! ¡Tened piedad de mí! ¡Seré cristiano!¡Mauro! ¡Hazme tu esclavo pero no me mates! ¡Ten piedad!…

Un silencio denso siguió a estas palabras…

Mauro cerró los ojos y aspiró profundamente. Se vio el esfuerzo que hizo para dominarse. Oró en silencio y después de una larga pausa, dijo:

–           Nicias… ¡Qué Dios te perdone como yo te perdono los crímenes que cometiste contra mí! Yo te bendigo e imploro de Dios que te bendiga con tu conversión.

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Y Bernabé soltó al griego diciendo:

–           ¡Que el Salvador tenga piedad de ti, así como yo ahora!

Prócoro se desplomó en el suelo y miró a todos lados aterrorizado, sin poder creer lo que está sucediendo.

Lautaro dijo:

–           Vete. Arrepiéntete para que Dios te perdone, como nosotros te hemos perdonado.

Prócoro se levantó sin poder hablar. Se aproximó al lecho de Marco Aurelio. Éste acaba de condenarlo a pesar de haber sido su cómplice.

erinias REMORDIMIENTOS

Y los demás, que son los ofendidos, le perdonaron y le dejan ir. Esta idea estará fija en su mente más tarde.

Y sin poder asimilar lo sucedido, le dijo a Marco Aurelio con voz quebrantada:

–           Dame la carta, señor…Dame la carta.

Y tomando la carta que el tribuno le alargó, hizo una reverencia a todos. Y salió despavorido.

Cuando se sintió a salvo en la calle, se preguntó una y otra vez:

–           ¿Por qué no me mataron?

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Y no encuentra una respuesta a esta pregunta.

Marco Aurelio está tan asombrado como Prócoro.

Que esas gentes le hayan tratado de aquella manera, en lugar de tomar venganza por el asalto que él mismo había perpetrado a su hogar. Y le hubieran curado sus heridas con solicitud, es algo que atribuye en parte a la doctrina que todos ahí profesan.

Pero la conducta que han tenido con Prócoro, es algo que está totalmente fuera del alcance de su comprensión, porque rebasa los límites de la magnanimidad a que puedan llegar los hombres.

Y aturdido se pregunta al pensar en los crímenes que Prócoro había cometido: ¿Por qué no mataron al griego?

Habrían podido hacerlo con absoluta impunidad. Bernabé lo habría enterrado en el jardín. O podía tirarlo por la noche al río Tíber, ya que durante ese período de asesinatos nocturnos, algunos cometidos por el mismo César en persona; el río arroja por las mañanas cuerpos humanos con tanta frecuencia, que nadie se preocupa  por averiguar de dónde proceden.

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NÉMESIS

En su concepto, los cristianos tienen no solo el poder, sino el derecho de matar a Prócoro. Porque la venganza de una ofensa personal y más siendo tan grave como la que recibiera Mauro, le parece no solo natural, sino totalmente justificada. El abandono de tal derecho, le parece totalmente inconcebible. ¡Y no logra entenderlo!

Lautaro había dicho que se debía amar a los enemigos, pero nunca había visto la aplicación de esta teoría que le parece imposible. Y todavía no logra asimilar lo que ha ocurrido. ¡Ni siquiera entregaron al griego al tribunal!

Prócoro le infirió a Mauro el más terrible agravio que un hombre puede hacer a otro. El solo pensamiento de que alguien matase a Alexandra y vendiese a sus hijos como esclavos ¡Le subleva el corazón como una caldera!

¡Él…! ¡No existe tormento que no fuera capaz de aplicar en satisfacción de su venganza! ¡La crucifixión le parece poco! ¡Aunque Prócoro muriese un millón veces, nunca pagaría lo que hizo!

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Pero Mauro ha perdonado.

Bernabé, que ha matado a Atlante en defensa propia; le había perdonado.

La única respuesta es:

Los cristianos al abstenerse de matar a Prócoro, le han dado una prueba de bondad tan grande, que no tiene paralelo en el mundo. También han demostrado el amor por sus semejantes que les lleva a olvidarse de sí mismos; de las ofensas recibidas, de su propio bienestar o infortunio.

Porque viven solo para su Dios. Y lo más sorprendente es que después de que Prócoro se fue, en todos los semblantes parece resplandecer una íntima alegría. Y hay una paz tan contagiosa, como Marco Aurelio no la había experimentado jamás.

Lautaro se aproximó a Mauro, le puso la mano en el hombro y dijo:

–           Demos gracias al Altísimo, porque Cristo ha triunfado una vez más.

Mauro levantó la cara y sus ojos reflejan una serena bondad. ¡Y su rostro irradia la misma extraña Presencia, que el de Alexandra cuando le permitió quedarse!

Marco Aurelio, que solo conoce el placer o la satisfacción nacidos de la venganza, lo mira con curiosidad; sin poder evitar pensar, que aquello es una locura.

Y en lo profundo de su corazón sintió un indignado asombro, cuando vio a Alexandra posar sus labios de reina sobre las manos de aquel hombre. Y le pareció que el orden del mundo está totalmente trastornado.

Lautaro declaró que aquel era un día de grandes victorias.

Y cuando Alexandra regresó a llevarle una bebida caliente, Marco Aurelio la tomó de la mano y le dijo:

–           ¿Entonces tú también me has perdonado a mí?

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Alexandra lo miró con compasión y dijo:

–           Somos cristianos y no nos está permitido guardar rencor en nuestro corazón.

Marco Aurelio la miró con una mayor admiración…

Y dijo:

–           Alexandra, Quienquiera que sea tu Dios, le rindo homenaje solo porque es tu Dios.

–           Le alabarás desde el fondo de tu corazón, cuando lo conozcas y hayas aprendido a amarle.

Marco Aurelio cerró los ojos, pues se siente demasiado débil. Ella se fue y regresó más tarde para ver si él dormía. Pero al sentirla, Marco Aurelio abrió los ojos y le sonrió.

Alexandra puso su mano sobre su rostro mientras le dice suavemente:

–           Duerme y descansa.

Marco Aurelio experimentó y se dejó dominar por una sensación de dulcísimo bienestar. Pero luego se sintió más penosamente mal.

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA

R87 ÚLTIMA CAMPANADA

REINA DEL CIELO Y MADRE DE DIOSNOVIEMBRE 07 2016 1:30 P.M

LLAMADO URGENTÍSIMO DE MARÍA ROSA MÍSTICA A LA HUMANIDAD

Hijitos de mi Corazón, la Paz de mi Señor esté con vosotros y mi Protección maternal os libre de todo mal. Corred hijitos a pasar por la Puerta de la Misericordia y espiritualmente, pasad a TODOS vuestros familiares más apartados de Dios. Ya está a punto de cerrarse la Puerta de la Misericordia, corred por vuestro salvoconducto para que podáis resistir el Paso por la Eternidad.

Hijitos, muchísimas almas se van a perder cuando llegue el Día del Aviso, por NO querer acogerse a este Año de Gracia y Perdón que Dios os ha regalado. Y por no querer atender a los Llamados del Cielo. Muchas almas las va a coger el Aviso en pecado mortal o en Tibieza espiritual y NO van a regresar más a este Mundo.

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Por eso hijitos os pido que os apuréis a pasar por la Puerta de la Misericordia y espiritualmente paséis a todos aquellos amigos, familiares, parientes y vecinos, que se encuentren más apartados de Dios; para que puedan resistir el Juicio que se les hará en la Eternidad y puedan soportar los diferentes estados del Purgatorio e Infierno, según el estado de sus almas.

Hijitos, familias enteras se van a perder si no se acogen a estas últimas Campanadas de Misericordia. El mal uso de la tecnología de este mundo va a llevar a muchas a la Muerte Eterna. Muchos de mis jóvenes se están perdiendo por el mal uso que le vienen dando a la tecnología…

Se están apartando de la Oración y los Sacramentos y andan esclavizados por el celular, el computador, la televisión y demás tecnología de este mundo, la cual han convertido en sus dioses.

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Mis niños, se está acercando el día en que pasaréis por el Tribunal Supremo, donde sólo contarán vuestras buenas obras. A la inmensa mayoría de esta humanidad la está esperando el Fuego del Purgatorio o el Infierno…

Son muy pocos, se pueden contar en las manos, los que pasen por el Cielo. ¡Apresuraos hijitos rebeldes, porque está en peligro vuestra vida! ¡Dé vosotros depende que tengáis una Segunda Oportunidad o que os perdáis eternamente!

Si no os apresuráis a pasar por la Puerta de la Misericordia a vuestros familiares, amigos, parientes y vecinos alejados de Dios, quizás después del Aviso YA NO estarán entre vosotros.

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Hijitos, por espacio entre quince y veinte minutos de vuestro tiempo, estaréis en la Eternidad y que tristeza que para muchas almas será su Muerte Eterna. Hago un llamado urgente a todos aquellos que están en pecado mortal o en Tibieza espiritual, para que recapaciten y vuelvan a Dios antes de que se cierren las Puertas de la Misericordia.

De NO hacerlo y de no haber alguien que los pase espiritualmente, van a correr el riesgo de perderse eternamente.

¡Pensad hijitos rebeldes que lo que os espera en la Eternidad es el Fuego del Infierno, con el cual son castigadas todas las almas que en este Mundo se apartaron de Dios y qué como vosotras ahora le dieron la espalda y no la cara, cuando las estuvo llamando a que lo escucharán y volvieran a Él, de corazón!

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Este año de la Misericordia que está por terminar es el salvoconducto para que podáis mañana después del Aviso, regresar a este Mundo.

De no acogeros a él, muchos correréis el riesgo de perderos eternamente. Hijitos, sólo estarán exentos del Paso por la Eternidad: los bebés y los niños menores de siete años, éstos permanecerán dormidos por el tiempo que dure el Aviso.

Preparaos pues Humanidad porque todo está por cumplirse. La Misericordia de Dios se está alejando para dar paso a su Justicia.

JUSTICIA DIVINA

Los días de Purificación están por comenzar. Corred a poner vuestras cuentas en orden y dejad ya de preocuparos por los afanes y preocupaciones de este Mundo, porque todo en él es vanidad de vanidades.

No hagáis planes ni a corto ni a largo plazo, preocupaos más bien por salvar vuestra alma, porque el Día Grande y Terrible del Señor está cerca.

Os ama vuestra Madre, María Rosa Mística

Dad a conocer hijitos mis mensajes, a toda la humanidad.

rosa mistica

http://www.mensajesdelbuenpastorenoc.org/mensajesrecientes.html

Octubre 23 de 2016

Hijitos Míos, Soy vuestra Madre la Siempre Virgen María. Estoy ante vosotros, os cuido y os protejo. Traigo a Mi Hijo en Mis Brazos, os vengo a mostrar Su Amor, os vengo a mostrar Su Dulzura. Estáis también vosotros.

Como Mi Hijo, todos vosotros estáis en Mis Brazos. TODOS vosotros, los que amáis a Mi Hijo, os cuido, os protejo, os guío, os llevo hasta el Corazón de Mi Hijo… Y Él, os lleva hasta el Padre para vuestra Salvación Eterna.

Mis pequeños, los Tiempos son difíciles para TODOS vosotros y especialmente, para vosotros, los que estáis Conmigo. Para vosotros, que sois enemigos de Satanás. Estáis viviendo en sus dominios. Dominios del Mal y vosotros, ahora lo estáis viviendo más claramente, porque Satanás sabe que le queda poco tiempo.

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Yo, La Mujer de la que habla el Génesis, pronto he de aplastarle la cabeza. Pero Satanás con el coraje que os tiene, está tratando de destruir a la Humanidad.

Ciertamente ha hecho mucho mal, ha apartado a muchos niños y jóvenes del Amor de Nuestro Dios, los ha llevado a vivir para el Mundo. Vosotros lo estáis viendo a vuestro alrededor: las Iglesias vacías, NO hay Sacramentos a los que ellos quieran asistir. La Confesión, la Comunión, ya no les dice nada a ellos… NO la buscan, NO la quieren, NO aman ya a Mi Hijo, NO aman a su Dios.

Se os profetizó desde muchos años antes, que vendría el tiempo de la Apostasía. La estáis viviendo ya Mis pequeños. Estáis viendo cómo las Iglesias están vacías, cómo ya NO hay amor en las escuelas, NO hay amor en las familias, NO hay amor en la sociedad, NO hay amor entre hermanos.

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Estáis viviendo esta Apostasía. Satanás ha hecho mucho daño a la humanidad, le está quitando muchas almas a Nuestro Dios. Vosotros, los que todavía respetáis los Mandamientos, los que todavía buscáis el Amor de Nuestro Dios, los que todavía oráis con Nuestro Dios, los que estáis Conmigo; os pido que oréis, pero con el corazón por todos aquellos hermanos vuestros a los que todavía les quede esa Luz…

 Una pequeña centella de Luz en su corazón, para que puedan salir adelante en las Pruebas que ya pronto tendréis. ¡Salvad almas, Mis pequeños!, Os lo pide Nuestro Padre Dios.

¡SALVAD ALMAS! Él envió a Su Hijo, a Mi Hijo para salvaros a todos vosotros. Ahora es vuestro turno, salvad almas para el Cielo.

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Soy vuestra Madre la Siempre Virgen María y os quiero pedir Mis pequeños, que busquéis siempre vivir en la Virtud.

Se Me concedió de la Santísima Trinidad, que Ella Me dotara de todas las Virtudes en su máxima expresión. La Virtud la llevan las almas buenas y las Virtudes son como perlas preciosas, como gemas bellísimas, que adornan al alma.

Ciertamente un alma buena, es agradable a los Ojos de Dios Padre y es agradable a las demás almas, pero cuando se tienen las Virtudes en un alto grado, las almas que están a su alrededor gozan de su presencia y aprenden de esa alma.

El alma virtuosa deja un olor a santidad a su alrededor, ayuda a que se levanten aquellas almas débiles en la Fe, débiles en la vida espiritual. Las almas virtuosas siempre van a dar más que las demás. Las almas virtuosas están muy cerca del Amor de Nuestro Dios.

jesus-sonriente

Mi Hijo Jesucristo, Dios Hecho Hombre, es la Virtud por excelencia. Él iba dejando ese aire alrededor de Él de Amor, de Paz, de Virtud, de Fe.

El alma virtuosa siempre es bien recibida en todos lados, porque siempre va a dejar algo bueno para los demás. Que es muy diferente al alma que vive en el vicio, en la maldad. Esas almas son rechazadas por la misma sociedad, pero debéis pedir por ellas, porque vosotros NO SABÉIS la historia de esa alma. NO sabéis su problemática y si sois virtuosos, NO deberéis vosotros criticar, sino ayudar.

Porque esa es la actitud del alma virtuosa, ayudar en lo que se pueda para servir a Nuestro Dios en la salvación de otras almas, para dejar paz, alegría, amor entre los hombres.

Repasad la Vida de Mi Hijo sobre la Tierra, Él dejó Vida, Amor. Dejó una estela de Santidad en su máxima expresión y por la salvación de todos vosotros.

MADRE reina-de-la-familia-

Sed pues, como Mi Hijo. Venid a Mí Mis pequeños, para que Yo os ayude a alcanzar esa cualidad grandísima de la Virtud. Yo intercederé por vosotros, porque quiero que vosotros seáis esas gemas preciosas ante los Ojos de Nuestro Dios.

Os vengo a prevenir Mis pequeños, como Madre vuestra que Soy, que los ataques de Satanás, se irán aumentando, porque no quiere él que entréis al Reino de los Cielos.

Soy vuestra Madre Santísima, son Mis tiempos y os vengo a cuidar, Mis pequeños. Especialmente a vosotros, los que os habéis mantenido con Mi Señor, con Nuestro Dios. Los que habéis luchado por manteneros en Fe, en Amor, viviendo como Él manda.

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A pesar de vuestros errores, el Amor de Nuestro Dios es Grande y os perdona. Y vosotros habéis aprovechado Su Misericordia Infinita para manteneros en Su Corazón.

Como os decía, Satanás está causando estragos entre las almas. Vendrán momentos difíciles y Satanás seguirá aconsejando a aquellas almas malas que están con él, para que durante los Tiempos de Tribulación, estas almas malas se aprovechen de vosotros.

Por eso, se os ha pedido tanto el rezo del Santo Rosario, la vida en la Gracia, el ayuno, la penitencia. Con todo esto Mis pequeños, viviendo en Oración… O sea, en comunicación íntima con Nosotros, podréis detener fuertemente, los ataques de Satanás y las Tentaciones.

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Él hace que vosotros perdáis la Fe, que dudéis, que NO os mantengáis en una vida Sacramental, que NO sigáis sirviendo a Nuestro  Señor y Nuestro Dios. Satanás es muy Astuto y conoce vuestras flaquezas… Y de ahí se aprovecha,  para que vosotros podáis caer en sus Engaños…

Y ya lo dicen así las Escrituras, que si no llega antes la Prueba, vuestra salvación, hasta el justo se puede perder.

Os repito, es muy Astuto y ninguno de vosotros, difícilmente podríais vencerlo si es que no os acercáis a Nosotros, para que os guieMos, para que os protejaMos, para que decidaMos por vosotros, como cuando sois pequeños, donde vuestros padres deciden por vosotros para que obtengáis lo mejor en vuestra vida.

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Así estaMos Nosotros, la Santísima Trinidad, Yo Misma, Mi esposo San José, los Santos Ángeles, TODOS aquí en el Cielo, os podeMos ayudar a que vosotros podáis escoger el mejor camino para vuestra salvación. Y tomar las mejores decisiones para que NO os haga caer Satanás en el error.

NO os separéis de Nuestra Ayuda, NO os separéis de Nuestros Consejos. DadMe vuestra mano Mis pequeños, para que camineMos juntos y no caigáis en los errores a donde os lleva Satanás.

La situación que va a vivir la humanidad, nunca la ha vivido antes. El Diluvio fue tremendo. Lo que padeceréis será parecido o peor. Pero ahora la Purificación como se os ha dicho, viene por Fuego.

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Dejad que Mi Santo Espíritu os guie y os lleve por los caminos que Nuestro Padre Dios ha preparado para cada uno de vosotros. TODOS TENÉIS UNA MISIÓN MUY PARTICULAR. Nadie puede llevar a cabo vuestro misión.

Dejaos pues que El Santo Espíritu os ayude a que vosotros podáis completar vuestra misión aquí en la Tierra, para que podáis volar libremente, al Reino de los Cielos y que allá, se os reciba con los brazos abiertos y alegres, porque cumplisteis con lo que se os pidió.

Que la Paz de vuestro Dios en Su Santísima Trinidad quede en cada uno de vosotros.

Yo os Bendigo en Nombre de  Mi Padre, en Nombre de Mi Hijo, en Nombre de Mi Esposo, el Santo Espíritu de Dios y en Mi Nombre: María, la Sierva del Señor.

reina de la paz

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27.- EL RAPTO

jardin-imperial

Dos semanas después, Marco Aurelio estaba en el triclinium cuando llegó Prócoro. Los sirvientes tenían orden de dejarlo pasar sin anunciarlo y admitirlo a cualquier hora del día o de la noche.

El griego lo saludó:

–           Salve noble Marco Aurelio. ¡Eureka!

Marco Aurelio saltó del asiento exclamando:

–          ¿Qué quieres decir? ¿La has visto?

–           He visto a Bernabé y he hablado con él. Trabaja cerca del mercado como liberto al servicio de un molinero, pero él no sabe quién soy. Y ahora cualquier esclavo de tu confianza puede ir y descubrir donde se esconden.

Marco Aurelio replicó:

–           Irás conmigo.

Prócoro se alarmó:

–           ¿Yo?…  Noble tribuno, yo solo me comprometí a indicarte el sitio donde ella está, más no en sacarla y entregártela. Piensa por un momento en lo que me sucederá si ese Bernabé y Mauro me atrapan. Además, si te pasa algo, no quiero ser yo el responsable y quedarme sin recompensa después de haber trabajado tanto.

Marco Aurelio le entrega una bolsa llena de monedas de oro y le dice:

–         Tendrás otras dos iguales cuando Alexandra se encuentre conmigo en esta casa. Desde este momento, aquí te quedarás, aquí comerás y descansarás. Luego iremos juntos y me llevarás a donde ellos están.

El temor y la vacilación se pintaron en el rostro del griego…

Pero recordando el carácter del patricio, dijo:

–           ¿Quién puede oponerse a tu voluntad? Estoy dispuesto, señor…

Marco Aurelio que hasta ahora había vivido en un estado de tensión permanente, alentado por la esperanza de encontrar a Alexandra, ahora que esa esperanza parece realizarse, se vio súbitamente invadido por la debilidad que se siente después de que se ha hecho un esfuerzo superior a la propia capacidad…

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¡Está a punto de recuperar a Alexandra! Tan solo este pensamiento lo vuelve loco de felicidad. Recordó los consejos de Petronio y envió a dos esclavos en busca de Atlante…

Prócoro que conoce a todo mundo en Roma, se sintió muy tranquilizado cuando oyó el nombre del famoso atleta, cuyas fuerzas extraordinarias en la arena, había podido admirar más de una vez y dejó de preocuparse por el peligro de la empresa.

Estaba de muy buen humor cuando fue llamado a la mesa por el mayordomo y comió opíparamente.

Más tarde cuando llegó Atlante, se dirigió al atrium y examinó con satisfacción a aquel gran gladiador, cuyo poderoso cuerpo parece llenar toda la estancia.

Atlante acaba de ponerse de acuerdo con Marco Aurelio y dice:

–         ¡Por Hércules! Ha sido muy oportuno tu llamado, señor; porque mañana debo partir a Benevento, a donde me reclama el noble Haloto a fin de que en presencia del César, luche con un tal Espícuro; que según parece es el mejor gladiador y el favorito de Nerón.

Marco Aurelio cuestionó:

–           ¡Por Marte!… ¿Estás seguro de que podrás ganarle?

El atleta respondió lleno de seguridad:

–           Acabaré pronto con él.

Prócoro intervino:

–          Y no dudo que lo hagas. Pero ahora prepárate y frótate todo el  cuerpo con aceite, porque acaso te encuentres con otro gladiador: el hombre que custodia a Alexandra, también tiene una fuerza excepcional.

Marco Aurelio confirmó:

–       Es verdad. Yo no lo he visto, pero arrebató a Alexandra de una veintena de hombres.

Atlante contestó con determinación:

–        Noble señor, me comprometo a traer a la doncella hasta tu casa, así tenga que  arrancarla de siete partos como el que me dices. Pero ten presente que mañana debo ir a Benevento.

Marco Aurelio sonrió complacido y dijo:

–           En un par de horas partiremos.

Después de esta declaración, Marco Aurelio se fue a la biblioteca a escribirle a Petronio.

Recuerda las palabras de Actea y su corazón palpitó con violencia. Está decidido a casarse con ella y hasta se siente capaz de volverse cristiano, si esa es la condición para tenerla.

Si todo es cierto, ella le amará… y él está decidido a ser el esposo más cariñoso y amante.

Más tarde  los tres, guiados por Prócoro; llegaron a una casa situada en el barrio del Transtíber y se dispusieron a esperar…

Cuando la reunión terminó, muchos cristianos empezaron a salir. Luego, tres figuras aparecieron en el arco de la entrada y varias personas rodearon al anciano, mientras Bernabé y Alexandra se hicieron a un lado para esperarlo. Y se quedaron de pié, en la escalinata de la entrada, junto a una columna.

Marco Aurelio se quedó embelesado.

Alexandra está frente a la luz de una lámpara y la capucha ha caído de su cabeza despeinando sus cabellos. Tiene entreabiertos los labios y levanta su rostro hacia el apóstol, atenta totalmente a sus palabras, como si estuviese extasiada.

Viste como una esclava y está envuelta en su manto oscuro de lana. Marco Aurelio nunca la había visto más hermosa…

Admiró la belleza y distinción de aquella elegante cabeza patricia, que sobresale entre sus vestidos humildes. Y el amor lo envolvió como una llama, mezclado con un prodigioso sentimiento de simpatía, atracción, admiración y ferviente anhelo.

Siente correr por todo su ser, como una corriente eléctrica de felicidad, al contemplarla otra vez. De pie, junto al gigantesco parto, parece una niña… Y una ternura infinita invadió todo su ser.

alex peinados-estilo-griegoQuiere protegerla, amarla, poseerla. Notó también que se ve más delgada y frágil. Su cutis parece de alabastro. Una hermosa y blanca flor que irradia luz como si fuera una diosa.

 Todo esto sirvió para hacer más poderoso su deseo de poseer a aquella mujer, tan diferente de todas las que ha conocido antes. Está dispuesto a dar por Alexandra, todo cuanto posee.

Prócoro le advierte:

–           Ten cuidado, señor. Mira que son muchos.

El tribuno contestó:

–         No te preocupes. Esta vez no escapará.- Y Marco Aurelio señala a Alexandra y Bernabé, mientras dice a Atlante- Son ellos.

El atleta contestó:

–           Perfectamente. Me comprometo a entregarme a ti como esclavo, si no le rompo el espinazo a ese bisonte parto que la acompaña. Pero dejemos que lleguen a su casa. Allí me apoderaré de ella y la llevaré al sitio que me indiques.

A Marco Aurelio le agradó la respuesta y dijo:

–         ¡Por Hércules! Debemos hacerlo ahora. Mañana quizá no la encontremos, porque si nos descubren, se la llevarán a otra parte.

Atlante replicó:

–           No nos descubrirán. Hoy mismo la tendrás en tus brazos.

Prócoro gimió:

–           ¡Ese parto parece un hombre demasiado fuerte!

Atlante lo miró con despreció y le espetó:

–           Nadie te está pidiendo que sujetes sus manos.

Después de unos minutos, en el grupo al fin se despidieron y empezaron a caminar.

Prócoro exclamó:

–           Sí, señor. Tu doncella se encuentra bajo una poderosa protección. Ni más, ni menos que el gran apóstol Pedro. Ve como se arrodillan ante su paso.

Y Marco Aurelio vio con asombro una escena prodigiosa: había dos centuriones que se arrodillaron cuando Pedro pasó frente a ellos y se detuvo. Les puso la mano sobre la cabeza, que ellos habían descubierto y los bendijo.

Hasta ese momento jamás se le había ocurrido que en el ejército hubiera cristianos…

Pero al parecer aquella doctrina ya se había infiltrado por todo el imperio. Y esto le hizo pensar que si ella hubiera querido huir de la ciudad, no le hubieran faltado guardianes que facilitaran su fuga. Y dio gracias a los dioses porque eso no sucedió.

Pero el abismo que esa maravillosa religión está abriendo entre él y Alexandra, se hace cada vez más grande…

Recordó todo lo sucedido y se dio cuenta de que en realidad no la conoce. Está seguro de que la ama y se siente deslumbrado por su hermosura incomparable. Pero ahora comprende que la religión que ella profesa, es lo que la hace tan diferente de las demás mujeres.

Su grandiosa belleza interior es lo que la hizo rechazar lo que para las demás son incentivos: la opulencia, la pompa, el bienestar… Para ella no significan nada, porque ella posee algo distinto. Es como si ella perteneciera a otro mundo.

Y una molesta inseguridad comenzó a atormentarlo… ¡¿Cómo la conquistará, si lo que él puede ofrecerle parece no significar nada para ella?!

De este caos mental lo sacó Prócoro, que comenzó a lamentarse de su suerte.

Marco Aurelio le oyó y sacó la bolsa de oro. Se la arrojó diciéndole:

–           Ya la tienes. ¡Cállate!

Después de haber pasado por un erial, el grupo de cristianos empezó a diseminarse en distintas direcciones, quedando solamente Bernabé, Alexandra y otro hombre anciano.

Esto hizo necesario seguirlos desde una mayor distancia y con más precaución, para no ser descubiertos.

Prócoro hábilmente, se fue quedando paulatinamente atrás.

Llegaron a una calle estrecha y los vieron entrar a una ínsula.

Ellos se mantuvieron a una prudente distancia. Luego, Marco Aurelio mandó a Prócoro a que viese si esa casa tenía salida a la calle posterior.

Éste fue a ver y cuando regresó, dijo:

–           No, señor. Solo hay una entrada.

Atlante comenzó a prepararse para el combate. En su rostro no hay la menor señal de temor y dice:

–           Yo iré adelante.

Con una voz que no admite réplica, Marco Aurelio ordenó:

–           Tú me seguirás.

Y en un instante los dos desaparecieron por la puerta de la entrada.

Prócoro corrió hasta la esquina y empezó a atisbar lo que va a suceder…

Es un edificio espacioso y con varios pisos. Un condominio como muchísimos que hay en Roma y que son verdaderas colmenas, edificados con el propósito de percibir la mayor renta posible. En ellas vive la gente más pobre y no hay portero.

Marco Aurelio y Atlante llegaron a un corredor que los condujo a una especie de atrium común para toda la casa, con una fuente en el centro.

Desde las murallas arrancan hacia el interior  unas escaleras de piedra y de madera, que conducen a unas galerías en los cuales están los cuartos que conforman la vivienda.

Es temprano y no hay nadie en el patio.

Atlante pregunta deteniéndose:

–           ¿Qué hacemos, señor?

Marco Aurelio contesta:

–           Esperaremos aquí. No permitiremos que nadie sospeche de nosotros.

En ese momento en el más lejano extremo del patio, aparece un hombre que trae en la mano un cedazo y se aproxima a la fuente.

Marco Aurelio dice en voz muy baja:

–           ¡Es Bernabé!

–           ¿Quieres que le rompa los huesos?

–           Espera… primero veamos a donde va.

jardin y fuente

Bernabé no se fijó en aquellos hombres que estaban parados en la penumbra de la entrada y empezó a lavar las legumbres en la fuente. Cuando terminó con su tarea y regresa por donde salió…

Atlante y Marco Aurelio le siguen hasta otro corredor que lleva a un pequeño jardín en el cual hay unos cipreses, mirtos y rosales.

En el fondo hay una pequeña casa edificada contra la pared del edificio contiguo.

Marco Aurelio valoró la situación y dijo decidido:

–           ¡Vamos por ella!

Bernabé iba a entrar en aquella casita, cuando el ruido de pasos llamó su atención y dejando el cedazo en la balaustrada de cantera, se voltea, ve a los dos hombres y les pregunta:

–           ¿Qué buscan aquí?

Marco Aurelio le dice imperioso:

–          ¡Qué te importa! –Y en voz baja ordena a Atlante- ¡Mátalo!

Atlante se abalanza hacia Bernabé y antes de que éste tenga tiempo de reaccionar, el gladiador ya le ha cogido en sus brazos de acero.

Marco Aurelio tiene demasiada confianza en las extraordinarias fuerzas del atleta, para detenerse a presenciar el final de la lucha. Y dejando atrás a los combatientes, entra en la casita.

Alexandra está inclinada añadiendo leños al fogón, junto al cual se encuentra sentado un anciano.

Marco Aurelio entró tan repentina y bruscamente en la estancia, que cuando el la toma por la cintura levantándola en vilo para salir por la puerta, ella no lo reconoce.

El anciano trata de interceptarle el paso. Pero Marco Aurelio con un brazo estrecha a la joven contra su pecho y con el otro brazo, lo hace a un lado.

Con el movimiento se le cae la caperuza y a la vista del rostro de Marco Aurelio que tiene una expresión tan terrible…

Alexandra se queda tan impactada, que está a punto de desmayarse.

Pero en el patio, las cosas estan peores…

Cuando Marco Aurelio llegó hasta al jardín con su presa, también él se quedó congelado…

Bernabé tiene entre sus brazos un cuerpo completamente doblado hacia atrás, con la cabeza colgando y con la boca llena de sangre.

Al ver el grupo que forman: Marco Aurelio, Alexandra y Nicomedes, Bernabé dio un nuevo puñetazo a Atlante en la cabeza, lo lanzó furioso hacia un lado y de un salto tomó a Marco Aurelio por el cuello, pues éste había soltado a Alexandra y lo miraba paralizado por el asombro.

Marco Aurelio, al sentirse levantado en el aire como si fuera un muñeco, piensa que ha llegado para él la hora de morir. Y entonces como en un sueño, oye lejana la voz de Alexandra que dice como un gemido:

–           ¡NO MATARÁS!…

Entonces sintió como si lo hubiese herido un rayo y cayendo en un negro pozo, todo desapareció…

Prócoro estaba escondido detrás del ángulo de la esquina, lleno de miedo y de curiosidad sobre el curso de los acontecimientos.

Atisba impaciente porque el silencio que hay no presagia nada bueno y le parece que es más peligroso que nada…  Cada vez se siente más intranquilo. En eso, parece que alguien se asoma a la puerta y él se pegó más a la pared, conteniendo el aliento…

No se equivoca, pues efectivamente alguien se asomó, miró alrededor y se volvió a meter.

Y de súbito se le erizaron los cabellos. Con su mano se cubrió la boca para ahogar una exclamación:

–           ¿Qué…? ¡Por todos los dioses!

En la puerta de la casa apareció Bernabé llevando a cuestas el cuerpo de Atlante y luego empezó a correr con su carga, en dirección al río Tíber.

Prócoro pensó:

–           ¡Estoy perdido si me ve!

Pero Bernabé siguió de largo y desapareció.

El griego no puede creer lo que ha visto. El miedo se apoderó de él…. Y huyó…

Después de correr un largo tramo, cuando se sintió a salvo, se dijo a sí mismo:

–           Debo conservar la calma… Necesito pensar bien… ¿Cómo debo proceder en este caso? Ha ocurrido algo terrible. Si Atlante está muerto, lo más seguro es que Marco Aurelio también… ¡Por Cástor! Pero él es un patricio amigo del César pariente de Petronio, hombre famoso y poderoso en Roma.

Es un tribuno militar. Su muerte no puede quedar sin castigo ¿Y si voy con el Pretor y con los guardias? ¡Mísero de mí! ¡Yo soy quién lo llevó a la muerte! Dirán que yo fui su causante… No puedo huir porque eso me haría más sospechoso…

El asunto por todos lados está muy mal…

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Petronio es un hombre con tanta influencia, que puede impartir órdenes a la policía de todo el Imperio y sacaría a los culpables de la muerte de su sobrino, de los confines de la tierra.

Pero si él demuestra su inocencia con Petronio ya que él estará enterado de toda su participación, a los únicos que culparían serían a los cristianos…

¡Y eso les acarrearía una persecución general!

Decidió ir a buscar a Petronio y contarle lo ocurrido. Pero para ir, primero tendría que comprobar que le había pasado a  Marco Aurelio… Y como un rayo le llegó el pensamiento de que tal vez no se habrían atrevido a matarlo. Él es un hombre poderoso, amigo del César y alto funcionario del ejército imperial.

Por las consecuencias terribles que tal crimen les acarrearía, tal vez solo lo habrán retenido. Y esta idea lo llenó de esperanza…

Luego reflexionó:  ‘Si ese dragón parto no lo ha hecho pedazos en la primera embestida, él está vivo y él mismo será testigo de que yo no le he traicionado… Y entonces puedo contar con otra recompensa si le ayudo una vez más por rescatarlo.’

Y acarició las dos bolsas de oro que Marco Aurelio le dio.  Emprendió el camino a su casa para pensar en el modo de averiguar lo que le había ocurrido al tribuno, antes de ir con Petronio…

Cuando llegó al barrio del Suburra, se compró una botella de vino y se fue a casa a comer opíparamente para recuperar fuerzas. Bebió con abundancia, descansó, se dio un baño muy relajante y se durmió.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA